miércoles, 4 de junio de 2014

PS Hoffman

Como todos sabemos, la felicidad es una cosa huidiza. Algunas personas, sin embargo, son incapaces de admitir ya no que nunca podrán controlarla, sino, siquiera, que pueden tocarla de vez en cuando.

PS Hoffman no estaba mejor armado que nadie contra la tristeza, si de verdad fue ésa su enemiga última. No sé si estaba enfermo; así le decimos, "estar enfermo", como quien tiene enfermedades "de verdad", de las que se diagnostican a tiempo y exigen un cierto tratamiento.

Si así era, igual que el resto de la humanidad "enferma" de tristeza, no podía hacer nada sino trabajar, como hace la gente de Al-Anon, por el día que le tocaba vivir. Es una lucha pesada y frustrante, porque a menudo termina en empate y, cuando gana uno, resulta sospechosa.

¿Qué habré hecho bien?, te preguntas. Y nada te convence de que quizá hayas logrado algo bueno. Algo bueno de verdad.

Hay personas así: incapaces de conformarse con lo que tienen no porque deseen más, sino porque desean dejar de desear, matar lo que hay adentro que las obliga a querer estar vivas. Hay gente que no quiere estar viva. Sin que eso signifique que quiera morirse. Hay gente que, simplemente, no soporta la felicidad de los otros porque sabe que es efímera y quiere advertirles: yo me he librado del engaño y sé que nada de eso perdura; no tengo nada mejor que ofrecerles, acá es todo peor de hecho, salvo ser libres de una mentira.

(AY)