martes, 28 de junio de 2011

Chabon

Hoy llegó a mi vida mi primer libro en inglés de Wonder boys. También descubrí que no había descubierto si Chabon tenía sitio web, y fui a descubrirlo.

(DAMN)

Gracias a más textos increíbles, un increíble caso musical

La historia de la Orquesta Juvenil Simón Bolívar y del proyecto inspirado por su director es... bueno... si digo "ejemplar", creo que daré mala impresión, pero me quedaría corto.

El País la cuenta así. Así, La Nación.

Pero lo importante es leer primero y luego oír. El concierto de aquí abajo es de 2010, con la tal Séptima Sinfonía de Mahler.

Dios.













Ya para terminar, un texto que quizá sea útil.


(WOW)

Dos textos increíbles

Céline, por Savater.

Nadie tiene la culpa, por Fadanelli.

(GUARDANDO LAS DISTANCIAS, CLARO ESTÁ; SANAS, COMO LAS DE ZEDILLO)

jueves, 23 de junio de 2011

Muertos


Me muero de envidia cuando pienso en que los muertos tienen tal vez un último instante de vida absoluta antes de la absoluta muerte, que ven, por ejemplo, Malcolm X muriendo, que ven el futuro en ese momento y piensan, "Dios, lo que habría dado por estar allí, estaré de todas maneras, ¿valió la pena todo para ver esto en este momento? ¿Valió la pena?".

Espero que la muerte lo abola todo. Hasta la lucidez. El dolor, por supuesto, pero, primero, la lucidez.

O no.

(DAMN)

lunes, 13 de junio de 2011

Ídolos vivos de la música para cine: Ennio Morricone

Cómo no. Y por cuánto. Y por tanto. Y por todo. Desde The good, the bad and the ugly hasta Inglorious basterds. Todo. Pero escojo Los Intocables porque, puta madre, ¡esto es hacer cine con la música!



LA MISIÓN!)

Ídolos vivos de la música para cine: John Powell

Happy Feet, esa joyita ignorada que es Green zone, I'm Sam aunque la música de repente sea bien cursi... no he visto las cintas de Bourne... pero, sobre todo, How to train your dragon, porque el mundo es más bonito cuando tienes un amigo.



(TOOTHLESS!)

Ídolos vivos de la música para cine: Michael Giacchino

The Family Stone, The Incredibles, Ratatouille, Mission Impossible: 3 y, por supuesto, esa obra de arte que es Up.



("KEVIN ES UNA NIÑA?")

martes, 31 de mayo de 2011

Tres obras de teatro en Bogotá

Llevo todo el año buscando buen teatro y no lo he encontrado en Guadalajara, quizá por la sorprendente excepción de Asfixia, en la cual no confiaba dado que Extraños, el montaje anterior del director Eduardo Covarrubias, me pareció un desperdicio de talento de productores de video en un inane espectáculo escénico. Asfixia, afortunadamente, no era un texto escrito, como lo fue Extraños, sin un mínimo de calidad narrativa o dramatúrgica básico, sino todo un señor texto cómico de Chuck Palahniuk, adaptado con aparente buen músculo para la escena —falta comprobar que no hayan pirateado la adaptación cinematográfica con Sam Rockwell, dirigida por ese chistoso señor que sale del agente Coulson en las películas de los Vengadores—. Como sea, en la Asfixia de Covarrubias vi sentido del humor, que prácticamente no he visto este año en Guadalajara, y una actuación sensible a las exigencias de la comedia —es decir, no desesperada por mostrar cuán inteligente es el humor, sino humorística por inteligente— por parte de Andrés David, seguramente uno de los actores jóvenes más consistentes de la ciudad, capaz, aunque no siempre, de interpretar personajes que no se le parecen ni hablan como él.

Pero donde Asfixia cumplió con la solicitud mínima de solidez intelectual y buen gusto narrativo, falló en capacidad de innovación escénica: usó sus recursos múltiples —el video, ajá— de correcta manera y nada más.

Ha sido, pues, un año malo para el teatro de Guadalajara (y aclaro que seguramente no he visto todo lo presentado durante 2011 en la ciudad, pero he visto mucho). Los montajes más interesantes han sido, de nuevo, los importados por la UdeG al Teatro Experimental —sobre todo El amor de Fedra, uno de dos montajes balcánicos, basado en un trabajo de Sarah Kane—. El teatro local ha exhibido su gusto por lo aburrido, lo predecible y lo zafio; su debilidad por los lugares comunes y la vulgaridad; su inmovilidad, su regodeo en una paródica zona de confort. Como recién graduada de esta carrera de aquietada mediocridad, su calificación aprobatoria es el aplauso cerrado de la comunidad local: a nadie le parece que las cosas anden ni medianamente mal.

Lo que más me asombra es que los ejemplos a seguir sean las obras del Defe traídas por la UdeG, que en más de una ocasión han sido tan impactantes como necesarios —gracias a la UdeG vimos Incendios de Wajdi Mouawad en esta ciudad, y jamás terminaremos de agradecerlo—, pero que en muchas otras son trabajos de contenidos arrogantes y autorreferenciales, bonitos espectáculos experimentales que exigen aplaudir un arte basada en la minuciosa exploración de la mugre del ombligo. ¡Cómo se llenan esas funciones! ¡Qué atmósfera de consenso se respira al final de cada una! El público no se pone de pie porque esta primavera ha hecho mucho calor, pero con Más pequeños que el Guggenheim de Alejandro Ricaño o Ensayo sobre débiles de Alberto Villarreal, dos espectáculos de preocupante vulgaridad, el público se ha entregado a los actores a sabiendas de que había pagado por shows en donde los teatreros celebraban, otra vez, a los teatreros (al menos los actores, en estos dos montajes, eran sensacionales).

En fin.

Viajé a Bogotá en la última quincena de mayo y me pagué la entrada a tres obras de teatro. Una fue lamentable y no quiero hablar de ella, porque pagué buen dinero para verla y me arrepentí no bien comenzó; sólo diré que es ésta. Otra fue un reluciente y mal trabajo: en el Teatro Libre de la ciudad están por celebrar un aniversario y necesitan fondos, así que organizaron una gala en ocasión de una decepcionante El burgués gentilhombre, de Moliére, con mucho dinero invertido pero un aburrido trabajo actoral encabezado por el desconcertante protagonista, Jean Claude Bessudo. No investigué, lo confieso: ¿sería un actor francés con un muy buen español, pero mala comprensión del texto? El caso es que el señor parecía no reaccionar a ningún estímulo y contribuía al general derretimiento de las acciones dentro del show. Qué maravilla, al final, que Moliére sobreviva a los teatreros.

La Mozuela y la Ventera, en una de las escenas iniciales de Ligazón
Una noche conocí el barrio de La Candelaria, donde comenzó Bogotá, al pie de esos altos y cercanos cerros que la contienen hacia el oriente. Allí decidí meterme a una función gratuita de teatro estudiantil, Se trataba de la exposición de los trabajos de dirección de los alumnos de cuarto año de teatro (les falta uno para graduarse) de la Facultad de Artes de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. La obra que vi era Ligazón, sobre el texto de Ramón María del Valle-Inclán, creo que un esperpento, en cualquier caso una piecita satírica en que una vieja intenta vender la virginidad de su hija, a lo que ésta reacciona jurando un pacto de amor con un muchacho afilador de cuchillos. La ligazón del título es el juramento: cada enamorado se hiere y bebe la sangre del otro. Para el afilador, el pacto supone su compromiso con un crimen: matar al judío que compró a la chica.

Las raras narradoras gitanas
Era un espectáculo humildoso, pero más allá del decoro con el que nos conformamos los espectadores en las buenas obras de Guadalajara. Es decir, más allá de lo cumplidor, ambicioso pero sensato. Presentado en una hermosa salita de la Corporación Colombiana de Teatro —organismo que merece nota aparte—, la Sala Seki Sano, el montaje estaba basado en un sutilísimo juego de cortes a cargo de dos incomprensibles narradoras agitanadas que pretendían contonearse seductora y misteriosamente por el frente de la escena, como jorobadas que de repente se creyeran diosas eróticas. Era el único error, lo juro, evidente de la obra; todo lo demás, aciertos, o deslices dignos de disculparse: buena dirección de actores, notable presentación de la escenografía, justificación de las acciones, gran ritmo narrativo, resolución ingeniosa y sencilla de problemas básicos —si hay un río a mitad del teatro, ¡usemos una tina y punto!—, buen uso de la básica iluminación, la correcta decisión de poner músicos en vivo mal ecualizados pero bien aprovechados durante la función...

Había, sobre todo, tres cosas a destacar.

1) Actores jóvenes que se divertían como enanos con su trabajo. La Ventera, la madre de la Mozuela, y la Raposa, la amiga con la que acuerda el negocio, eran interpretadas por actrices que exageraban hasta el chillido estridente sus tropiezos y trompicones de ancianas codiciosas y ridículas, pero bien equilibradas por su trabajo de expresión corporal, evidentemente medido, ensayado y supervisado por el grupo de actores y por la directora. Una larga escena de borrachera les sirvió para chistes tan simplones que les faltaba sólo el pastelazo, pero estaba bien preparada e interpretada con justeza y confianza, así que no sólo era divertida, sino que también dibujaba a dos viejas repulsivas felices porque iban a vender a una muchachita.

La Ventera y la Raposa, borrachas
2) Una singular buena lectura del texto: la directora decidió una adaptación literal con el solo añadido de las narradoras gitanas, quienes estaban en un tono equivocado, chocante con el conjunto, pero que servían para resolver un problema básico: es difícil comprender por el oído a Del Valle-Inclán. La directora decidió facilitarle la tarea al espectador con estos añadidos para las acotaciones y, además, muy evidentemente cargó las pilas sobre la correcta enunciación del texto entero. Ninguno de los actores parecía equivocado al lanzar las complicadas parrafadas del brevísimo texto.

LA VENTERA.—¿Cuál fue el consejo que te dio la comadre?
LA MOZUELA.—¿Cuál mi respuesta?
LA VENTERA.—¿Por qué no has recibido el presente?
LA MOZUELA.—No me apetecen las tales ferias.
LA VENTERA.—¡Ahí estás para tirarte!
LA MOZUELA.—Por lo mesmo.
LA VENTERA.—¡No te azorres! ¿Es tirarte pagar con agrado un fino rendimiento, y no lo es ponerte pico a pico con cada uno que va y viene?
LA MOZUELA.—Con ello nada pierdo.
LA VENTERA.—¿Y con tomar una prenda de estima, vendrás a decir que te echas por tierra? ¡Así me muera, si sabes tú lo que es miramiento!
LA MOZUELA.—¡Usted me lo enseña!
LA VENTERA.—Deja los descaros y ten seso.
LA MOZUELA.—Lo mío es mío.
LA VENTERA.—Tú nada tienes.
LA MOZUELA.—Tengo mi cuerpo.
LA VENTERA.—Ni ése es tuyo.
LA MOZUELA.—Habrá de verse.


¿Hay actores que sepan leer bien? En Guadalajara, cuesta trabajo decir que sí. Hay actores llenos de recursos, que suscitan admiración y aprecio por las diversas herramientas que poseen como intérpretes y recreadores de personajes. Pero es probable que la lectura sea su principal debilidad: enuncian y pronuncian mal, acusan su inexperiencia literaria en cada texto, tropiezan con los signos de puntuación y arruinan, en fin, sus años de cursos de expresión corporal con una lengua holgazana y sin educación. La más común de mis protestas contra los actores de Guadalajara es que son incapaces de liberarse de sus propios acentos, de sus propias taras y muletillas orales, de sus tonitos, a la hora de representar. Y yo no seré experto en teatro, pero me parece de lógica simplísima que el actor que no sabe hablar no sabe actuar.

Los jóvenes intérpretes de la Ligazón bogotana que vi el pasado 21 de mayo no eran necesariamente los actores consumados que, espero, algún día llegarán a ser. Pero habían ensayado tanto su trabajo corporal como su trabajo oral, y se notaba. Y el público podía agradecerlo, no sólo porque entendía la barroca prosa de Del Valle-Inclán sino porque, además, podía disfrutarla. Había en ella intención, juego, enigma; eso que mi maestro en un brevísimo curso sobre comedia del arte, el enorme Rafael Garzaniti, definía como doblez y fingimiento: estos muchachos estaban actuando sobre las líneas correctas, sin adelantarse ni quedarse detrás del espectador. En nuestra vida es tan valioso el tiempo real de Internet, que se nos olvida que el teatro ocurría ya en tiempo real antes de la invención de la red de redes: todo suceso acontece en el presente del espectador. De manera que el actor, o entiende el ritmo y la necesidad de "actualidad" del público, o se ahoga y se pierde en él.

3. Ya, para acabar, un sensacional trabajo de dirección. La joven Yudi Yesenia García Mosquera fue tan amable de contarme algunos pequeños detalles del proceso. Me quedo con éste: su montaje, de poquito más de una hora de duración, con seis actores jovencitos (aunque uno que otro ya lucía curtido en lides), le tomó un año de trabajo y perseguía ser digno de un texto que ella escogió por pura afición personal. Pues bien: todo eso se notaba.

La Mozuela y el Afilador
Hace meses que no veo en esta ciudad una obra en donde se note amor y diversión por el trabajo propio: he visto muchas la convicción de que el artista está en lo correcto, esa seguridad repelente de quien actúa o dirige y se para frente a los demás satisfecho de sí mismo, como si tal satisfacción fuera suficiente para que los otros debamos aplaudirlo. "Estoy renovando la dramaturgia", dicen unos. "Mi teatro no se trata de nada y por lo tanto se refiere a todo". "Monto obras de autores consagrados". "Al público le gusta mi comedia". "Me interesa más la exploración física que el texto" es uno de los argumentos que he escuchado más, proveniente, por supuesto, de gente que prefiere inspeccionarse el ombligo como actividad central de sus espectáculos públicos.

El teatro no se trata de uno mismo, en el sentido de que no se justifica por las pulsiones personales. El teatro se sirve de uno mismo para hacerse universal; tiene más un sentido de comunión que de evangelio: ¿por qué dos o tres barbajanes y dos o tres marisabidillas pretenden explicarle al público el universo? Estoy harto de obras de teatro absolutas y definitivas, de dramaturgos categóricos que intentan resolver las dudas existenciales del tapatío de a pie. El tapatío de a pie es un pelmazo, señoras y señores, como lo son el parisino, el cairota y el pequinés de a pie. Pero, viviendo a pie, sabe más de la vida que cualquier teatrero.

He aplaudido muchas veces obras de teatro en Guadalajara que no me parecieron ni medianamente inteligentes, porque aplaudía a la actriz, o al director, o al traicionado dramaturgo. No volveré a hacerlo. Que un artista sobreviva a la estupidez de sus compañeros es una cosa; que yo agradezca al conjunto de esos estúpidos y ese único artista, después de haberles pagado, me hace más estúpido a mí. No volveré a aplaudir, lo siento, sino a aquellos espectáculos que me merezcan una impresión positiva en su conjunto. Este año sólo lo habría merecido uno que otro montaje en esta ciudad. Para mi tremenda fortuna, me invitaron de viaje a Bogotá y pude ver Ligazón. Ojo con esto: fue montada por estudiantes. Ojo con eso, señores.

Por cierto: me encontré un PDF con el texto de Del Valle-Inclán. No tiene desperdicio.

LA MOZUELA.—¡Besa! ¡Muerde! ¡Ligazón te hago!
EL AFILADOR.—¡Vaya un arte de enamorar el tuyo!
LA MOZUELA.—Descúbrete el hombro: ¡Me cumple beberte la sangre!
EL AFILADOR.—¿Profesas de bruja?
LA MOZUELA.—¡De bruja con Paulina!
EL AFILADOR.—¡Pues no me arredro!
LA MOZUELA.—Pues entra a deshacerme la cama.


(OH, YEAH)

domingo, 22 de mayo de 2011

Qué he visto y qué no en Bogotá II

Nada se parece a un niño más que el sol en Bogotá.





(ES QUE HOY GRANIZÓ Y OSCURECIÓ A LAS 6:00 PM, CHINGADO)

Wow con Héctor Abad, Laura García y El Espectador

Primero: descubrí que El Espectador tiene un menú surtidito de cosas en Cultura. Nada mal. Como un sitio de columnas a modo de blogs —cómo me gusta esa fórmula—. Hay uno que se llama El Magazín, y que fue su forma de recuperar un suplemento de esos que, supongo, ya no han de financiarse tan fácilmente. Y, aunque ahora mismo no parece estar publicando nada, Héctor Abad Faciolince está entre las plumas invitadas al periódico y tiene textos tan buenos como éste sobre su viaje a la casa de Bertrand Russell y este otro, Godos y liberales ortográficos, que resume de un par de plumazos la posición conservadora de quienes nos sentíamos liberales. Su artículo o post es hermoso, simpático y contundente: invita a la discusión de manera tan amistosa, que es imposible pelear contra sus argumentos. "Bueeeeno, si usted lo pone asíííí...".

Además de Abad, leí a varios blogueros o columnistas que me gustaron mucho: muy recomendable es el de la joven Laura García, cuyo blog, El último pasillo, es interesantísimo, y tiene ese plus de lucidez que impone a un colombiano vivir en otro país, Chile, en su caso.

(Y SIGO LEYENDO)

sábado, 21 de mayo de 2011

Qué he visto y qué no en Bogotá I


1. Sí, el cielo nublado. Una amenaza incontestable que deviene elegante tacañería sobre la ciudad. Y los bogotanos parece que detestan o tal elegancia o tal tacañería: no bien se le escapan al cielo las primeras finas gotas, todo el mundo se cierra los abrigos o se abre los paraguas. Y, como hay mucho bogotano bajito (también mucho alto), es todo un desafío caminar sin que te saquen un ojo o te claven una varilla en una oreja. Todo el tiempo está nublado. El sol pone a los bogotanos más festivos (por estos días, además, un torrencial desastre atravesó las afueras de la ciudad). Cae con profesionalidad y levanta calor del cemento o de los empedrados... pero lo mandan llamar de otras ciudades, creo yo, y las nubes grises de nuevo se enseñorean.

2. No, gente obesa. O más bien muy poca. Claro que hay gente con evidente sobrepeso, pero obesos, no, o se me han escondido, y que uno de esos gordos con pinta de cochitos (dirían los narcos de Alejandro Almazán) o aspecto de calamidad gástrica intente esconderse seguro que lo revelaría a todos. En Bogotá hay más bien gente en su peso. Ha de ser la altura.


3. Sí, mujeres bajitas. Muchas. La mejor guía del Museo del Oro se llama Diana y es tan interesante como el museo, una arqueóloga seria y de apariencia ruda pero trato gentil y cultura que se le desborda. Las visitas guiadas son gratis. O ésta me salió gratis a mí, con dos simpáticos bolivianos redondeando el tour. ¿Oro más plantas alucinógenas? Oh, sí: vayan al Museo del Oro.


4. Sí, grafiti. Una explosión de inconformidad social estalló entre abril y mayo y cubrió a la ciudad de pintas malhechas como se extienden las pinturas en el video de Café Tacuba (al que me lo escriba con uvé, "Tacvba", lo abofeteo por hipster mamón). Pero la brocha era marxista trasnochada y la lata de aerosol era de un setenterismo libertario de lo más excéntrico. Por todos lados hay rayones de hoces con martillos, llamados al levantamiento anarquista, solicitudes de subversión desde la imaginación... Rayaron toda pared, sobre todo en el centro, en torno a la 7a y carrera 7, donde están los edificios de gobierno. De alguna manera esto se corresponde con una cierta necesidad de actualidad internacional que me recuerda a la Morelia de las protestas iniciadas en casas del estudiante: ayer por la tarde caminábamos por la 7a y vimos una protesta proindependentista para... Palestina. "¡El pueblo / quiere / la liberación de Palestina!", intentaban corear los 60, 70 propalestinistas, cubiertos con el turbante a cuadros como bandera de fórmula uno que usaba Yasir Arafat; había en ellos una provocadora candidez y un atentado a la movilidad, porque bloqueaban toda la avenida. Ninguna consigna superó las reglas básicas de la rítmica: en eso los manifestantes mexicanos estamos más adelantados. La marcha se disolvió en el éter

5. Sí, esmog. Las horrorosas busetas, que son tan espantosas como los camiones de Guadalajara pero más chiquitos y más apretados y más, muchisísimo más viejas, no sólo sostienen una encarnizada batalla contra todo taxista que se les atraviese, (yo mismo he quedado atrapado entre una buseta y un poste, sobre la banqueta, a bordo de un taxi que creyose más delgado de lo que era), sino que además demandan su cuota de espacio bogotano para rellenarla con humo de sus mofles desenterrados de vestigios arqueológicos. El concepto "transporte público" es impermeable al concepto "afinación vehicular", y a otros mucho más peregrinos como "respeto al peatón", "sólo paradas autorizadas", "circular con puertas cerradas" y "el semáforo salva vidas".

6. No, gramática convencional. A los mexicanos nos hipnotizarían conjugaciones y declinaciones y formaciones de léxico como "semafórico".



7. No, nada, ninguno, not, nyet, edificios, casas o departamentos en renta. Todo inmueble "se arrienda".

8. Sí, bocas moviéndose con coqueta cadencia rumbeadora. El bogotano no habla: rumbea. El ritmo de su acento es bailador y musical, casi incapaz de desarmonizar, pues el fracaso de sus influencias llegó con el odioso reggaetón, al que todo bogotano parece reservar una fracción de cariño. El adolescente de pinta agresiva y acné desenmascarador se deja caer a sentones sobre el idioma cuando, de usted, le reclama a su delgada noviecita que haya salido con otro hombre, en la escalera eléctrica del centro comercial Salitre; a cambio, taxistas, recepcionistas, policías, soldados, tenderas de bar, gente cualquiera, compensa a nuestro atormentado patrimonio común con un par de piruetas sencillitas a ritmo de sabrosa cumbia incluso cuando te dicen: "¿Usté's mexicáno, señór? Tranquiiiílo, tranquílo, síííiiga; múcho guusto".

(NO SALGAS SOLO, ME DICE TODO EL MUNDO, Y MENOS DE NOCHE)

martes, 3 de mayo de 2011

Olmos de Ita

De entre los dramaturgos jóvenes mexicanos vivos contemporáneos ya reconocidos (la suma de adjetivos es elocuente), prefiero a Édgar Chías y a Enrique Olmos de Ita. Este segundo es autor de No tocar, que generó uno de mis montajes favoritos en Guadalajara. Recién publicó en Replicante un artículo sobre el dolor devenido espectáculo en México, en torno al espectáculo doloroso que ofreció, para abulia de nuestras comunidades, el desgraciado poeta Javier Sicilia, cuyo hijo fue asesinado.

Aquí, su blog personal; y aquí, Neurodrama, el sitio de su compañía y espacio de estudios. Yo lo entrevisté —con mi mentecatez habitual— el año pasado, estando en aquel periódico que se llamaba Público.

El tipo es listo, de veras.

(QUIERO IR AL TEATRO A VER BUENOS ESPECTÁCULOS SIN MAMADAS DE MACHOS ALFA FRACASADOS VENIDOS A ARTISTAS)

miércoles, 27 de abril de 2011

Yépez, ése al que hoy todo el mundo le enmienda la plana

Heriberto Yépez cometió el pecadazo de escribir un artículo tan contundente como directo y publicarlo en un periódico de este país donde nadie se cree nada porque, como nadie sabe nada, lo único que sabe es que debe desconfiar de todos. Aquí no creemos en los periódicos ni en la libre voluntad de quienes escriben en ellos, porque asumimos de inmediato que escriben para ellos. Y no creemos en los políticos, en las autoridades, en los gobiernos, en los intelectuales, en los académicos, en los jóvenes, en los adultos, en los niños ni en ningún tipo de sociedad, mucho menos si se cuelga etiquetas como aquélla tan sospechosa de "civil" y esa otra tan abiertamente hipócrita de "organizada". En nadie creemos, ya, los mexicanos: un mexicano es fácilmente definible como ese tipo de ser humano que descree de todos los demás con bilis y con melancolía.

Divago. Como siempre. El texto de Yépez me parece, dije, de una contundencia ejemplar, y no puedo suscribir uno a uno sus puntos, pero suscribo un ejercicio básico que nos andaba haciendo falta: el de la inteligencia. No se trata de encuerar a los cínicos que habitan esta suave patria, ni de exhibirlos, sino de recordar que había por allí al menos un elemento impune en medio de los elencos que recontamos en la película de la violencia mexicana: el consumidor. Yépez no dice que cualquier usuario de sustancia estimulante, estupefaciente o narcótica es un traidor a la Humanidad; dice que el consumidor, como cualquier otro mexicano, es parte innegable de la cadena de inacción y condescendencia con la que fuimos afilando el cuchillo con que el narco y otras malas pécoras han venido a sacudirnos la nuca. Eso es todo lo que dice: habitamos una cierta narcocultura y no podemos negarlo, ¿qué estamos haciendo al respecto? Propone que dejemos de utilizar drogas ilegales. Mala idea no es, aunque tampoco sea sensacional. Y con eso ha sacudido esta tranquila jaula de conformes pajaritos.

En las últimas semanas han estado volando plumas. Y me temo, porque los mexicanos aprendimos a ser así, que no es más que el efecto de que nos resulta muy fácil agarrarnos a picotazos. En México no sólo desconfiamos el uno del otro —de su buena fe, de su inteligencia, de su talento, de su poder, de su suerte—, sino que además estamos entrenándonos en el odio nativo: cualquiera distinto a mí merece ya no sólo mi suspicacia, sino también mis escupitajos en caso de que abra la boca y mis bofetadas en caso de que voltee para mirarme. Con nada queremos estar de acuerdo, con nadie estamos conformes, a ningún sitio vamos que nos sintamos tranquilos. Y ahora querríamos que sólo hubiera clones de cada uno de nosotros, para habitar un país tranquilo donde pensáramos igual y nos preocuparámos por lo mismo.

Yo no digo No + drogas. No es eso lo que me importa. Me importa que creamos al menos en nuestra familia y nuestros vecinos, porque, sí, tengo un corazón blandito y acolchonado, pero también porque sospecho que, como dice la catalana Lolita Bosch en defensa de la parte de corazón mexicano que tiene, todavía podemos creer que la humanidad significa solidaridad, todavía podemos volver a ser humanos después de este inhumano espectáculo con que nos hemos regalado últimamente, todavía podemos sacar fuerzas de hacernos compañía. Yo digo: No + odio. Hemos perdido demasiado tiempo como para desgastarlo en tinta y teclazos acusándonos de imbéciles. Propongo que salgamos de la casa a poner ejemplos de ciudadanía decente: trabajemos bien, cumplamos las leyes, denunciemos su incumplimiento, busquemos algo de bien común. Hace unos días un amigo me recordó que uno de los principales contaminantes de las playas llenas de basura son las colillas de cigarro: una de ellas echa a perder hasta 50 litros de agua y, donde él vive, cuando limpian la arena, han llegado a sacar hasta cinco toneladas: cinco mil colillitas, cada una de ellas ridícula, su conjunto colosal y temible.

Seamos un conjunto temible y colosal. Salgamos, ridículos, a luchar por una parcela de tranquilidad para nosotros mismos y una o dos personas más. Aguantemos. Aguantemos. Aguantemos. Hoy será la casita de algún pobre, ridículo, cándido ciudadano solitario, incapaz de nada contra balas y granadas. Mañana quizá sean dos casitas. Pasado mañana, dos casitas y un departamentito...

Yépez no hizo más que recordarnos: todos tenemos culpa. Es cierto que eso no significa que todos seamos culpables. Pero sí nos atribuye a todos una misma condición: ahora mismo, todos somos responsables de lo que le pase a este país.

Bien por usté, señor Yépez. Ya, como mínimo, por aguantar tanta amargada carrilla. Y, más tranquilamente, por no requerir ninguna defensa.

(NO +)

martes, 19 de abril de 2011

Mi soundtrack favorito de 2010



No sólo es hermoso. Es un genial ejercicio de música ambiental —es menos narrativa que ilustrativa— y un tremendo esfuerzo por combinar motivos musicales muy diferentes en una banda sonora que produce una sensación, una gran sensación en concreto: el placer de la aventura. ¡Enorme cine fantástico! Gracias, don John Powell.

("¡PROTEGISTE A HIPO!")

sábado, 12 de marzo de 2011

Adiós, Rita


Mi adolescencia sonaba a rock mexicano, así que sonaba mal. Las adolescencias son así. Pero sonaba bien cuando cantaba Rita Guerrero, dueña de una voz hermosa e inolvidable. Mi admiración por ella y sus talentos y los muchos años en que ella estuvo presente están hoy de luto: Rita Guerrero ha muerto víctima de cáncer de seno. La vida es así. Quiero pensar que ya podré escucharla dentro de algún tiempo, cuando volvamos a encontrarnos.

La banda sonora de mi vida aún incluye a Santa Sabina. Supongo, pues, que ésta será una voz que nunca olvidaré.

Gracias y a descansar, lindísima Rita.

(TÚ NO ESTANDO...)

viernes, 11 de marzo de 2011

Dos blogs que hay que leer

1. Paul Alonso, blog de este periodista y escritor peruano.

2. Periodismo narrativo en Latinoamérica. Pues eso: sensacional. Me ha encantado el texto "El boxeador de las orejas perfectas", de Santiago Roncagliolo.

(YAY)

lunes, 28 de febrero de 2011

El resultado de mi quiniela fue deprimente

Atiné 12: Película, Actor, Actriz, Actor de reparto, Guión original, Guión adaptado, Edición, Sonido, Edición de sonido, Efectos especiales, Peli animada, Vestuario.

Me fallaron 8: Dirección: ¿quién iba a creer que le harían tamaña marranada al pobre David Fincher? Actriz de reparto, que estaba más peleadita; Foto, válgame con Inception; Peli extranjera, porque hay que confiar en lo que ocurra en los Globos de Oro; Música, porque Reznor y Finch son cool y yo no; Canción, porque Randy Newman es adorable y yo no; Dirección de arte, porque odio a Alicia, y Maquillaje, porque no vi The Wolfman.

Resultado: pasé de panzazo. Y, con la panza que me cargo en estos días, eso es pasar con dificultades.

Lo mejor de la noche fue Kirk Douglas, aunque no se le entendiera nada, y el sincerísimo fuck de Melissa Leo.


Todavía creo que Fincher debió ganar. ¿Cuándo, Academia maldita? ¿Cuándo?

(EL AÑO QUE VIENE, A LA MISMA HORA)

domingo, 27 de febrero de 2011

Edición

The social network, así que serán tres. Espero que ya no me falte ninguno.

(YAAAAAA!!!)

Mi quiniela para hoy

Debería ser el año de Fincher, pero... yo digo: seis premios para The King's speech: película, actor principal, actriz de reparto, guión original, música y dirección de arte. The social network, sólo dos: dirección y guión adaptado. Ya sospecho que me estoy equivocando: The social network no puede irse con tan poquitos pero no la veo ganándole el Oscar a la tan resonante The King's speech. ¡Le comieron el mandado! De hecho, tendrá menos que Inception, que se llevará tres premios técnicos. Veamos.



Mejor película: The King's speech. Creo. Estoy a medio segundo de escribir que será The social network pero creo que le comieron la campaña hacia el cierre de la temporada.

Mejor director: David Fincher, por The social network. Se la deben, y gacho.

Mejor guión original: The King's speech. Creo. Se me hace que The kids are all right se irá sin nada.

Mejor guión adaptado: The social network, casi sin discusión. Winter's bone emocionó a la crítica gringa; ¿irá a dar el campanazo?

Actor principal: ¿alguien duda que será Colin Firth? Desde A single man que estábamos pensando: "Bueno, ya le toca, ¿no?". Alguien debería estudiar por qué los premios para actor y actriz principales se han vuelto tan seguros en las campañas rumbo a los Oscar. Mientras, hagamos memoria: Love actually, The diary of Bridget Jones, Shakespeare in love, Girl with a pearl earring, Valmont...

Actriz principal: una extraña palpitación me señala: "Será Annette Benning, en reconocimiento de la larga deuda que tienen con ella". Pero no: será Natalie Portman por The black swan, y punto. Y lo merece.

Actor de reparto: Christian Bale, por The fighter, sin duda. ¿El papel? Drogadicto, enflaquecido y carismático; tenemos un actor triple A y trayectoria garantizada. Además, es el mejor actor de su generación en Hollywood, incluso por encima del sensacional Edward Norton. Norton hizo The 25th hour y defendió la indefendible American History X y ha hecho cosas impresionantes como crear un personaje tan atractivo como el de Brad Pitt en esa cosa inolvidable pero repelente que es Fight club de, mira tú, David Fincher. Además, Bale es Batman, y se callan.

Actriz de reparto: mi categoría horrorosa. Creo que nunca le he atinado por irme con la finta. Este año diría: Melissa Leo o Amy Adams, pero creo que, pensándolo bien, The fighter se irá sin nada más porque las dos nominadas se restarán votitos. Ayer vi a Jacki Weaver y está muy bien... en una película de la que nadie se acordará el año que viene. Mi voto original es Helena Bonham Carter, pero todo el mundo dice que será la joven Hailee Steinfeld. Yo creo más en los carros completos, pero todavía más en las campañas de prensa exitosas. Juguémonosla: Helena Bonham Carter, por The King's speech. ¿La recuerdan, por cierto, en Fight club?

Banda sonora: Alexandre Desplat es uno de los mejores músicos para cine que he escuchado en mi vida. Hoy ganará, por fin, por The King's speech, que es mejor, creo yo, que sus soundtrack para The fantastic Mr. Fox, The Queen y The curious case of Benjamin Button (je, de Fincher). Ahora bien: recuérdenlo por Lust, caution; Un prophéte, The painted veil, The Luzhin defence...

Canción: "Coming home", la canción desconocida de una película desconocida (Country song) con, y cantada por, la hermosa Gwyneth Paltrow. Es más: no sé, pero ¡me gustó mucho! "We belong together" es bonita y debería servir para que Toy Story 3 se vaya mejor reconocida esta noche; la de Tangled (que no vi), "I see the light", es toda cursilita y dulcecita y muy, muy linda, y es la más segura; "If I rise" de 127 hours es padrísima, pero de hueva para que la premien. "Coming home" es divertida, cool y fresca: ganará hoy.









Fotografía: Roger Deakins, por True grit. Aunque... bueno.

Vestuario: Colleen Atwood, por Alice in Wonderland. Creo.

Maquillaje: dicen que será Adrien Morot por Barney's version. Sabe. Pero sale.

Dirección de arte: tendría que ser The king's speech y redondeamos la nochecita.

Efectos especiales, sonido y edición de sonido: Inception. Porque, si no, será la gran perdedora de la noche, y ésas deberían ser The kids are all right o, en todo caso, True grit.

Película animada: yo quiero que gane How to train your dragon, pero será Toy Story 3.

Película extranjera: yo quiero que gane Incendios, pero será Biutiful. ¿Y la danesa, no nos quitará de la memoria éste, el experimento menos sorprendente de González Iñárritu? ¿A poco es mejor que 21 gramos, que Amores perros? No, pero tiene a Bardem, esa bestia monstruosa y colosal y adorable y fantástica de la actuación que todos deberíamos ver al menos una vez al año para ser felices.

(¿Y SI THE SOCIAL NETWORK GANA EL PREMIO A MEJOR PELÍCULA Y CON ESO NOS CIERRA LA BOCA A LOS QUINIELISTAS?)

jueves, 17 de febrero de 2011

Ellos leían sentaditos y felices el 17 de febrero; ¿y usté?

Ellos no se pusieron de acuerdo, pero se sentaron cerca a leer. El señor de cachucha leía Sanando la herida más profunda, de los Linn Matthew y Dennis; el joven más serio leía un libro menos sanador pero más serio, o algo así: Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago. Si hubieran tenido oportunidad, el intercambio de ideas habría sido delicioso. Eran las 8:25 am en el Tren Ligero.


El joven lector era feliz mientras leía The first 90 days, de Michael Watkins. Era tan feliz que ya iba como por el día 50. Todo, gracias a que viajaba a las 8:30 am en el Tren Ligero. De otro modo, no se puede, pues.


Nunca supe qué reservado libro leía esta feliz señora, pero se concentró tanto en el libro que dije de inmediato: "Ella es feliz". Eran las 11:40 am y viajábamos en el Tren Ligero.



(LA FELICIDAD ES ESA COSA QUE EN ESTE MOMENTO YA NO TENEMOS)

lunes, 14 de febrero de 2011

Gente que lee el 14 de febrero, qué romántico

Se puede leer románticamente a las 8:18 am en un ruta 45.


O se puede leer este librote desconocido en el Tren Ligero a las 8:25 am.


Este chico, que es mi alumno, leía con mucho amor La caída, de Camus, para suspirar a las 8:35 am en el Tren Ligero.


Y hay pocas cosas tan románticas como leer Lenin a las 11:57 horas en la estación Juárez de la línea 2.



(¡CUÁNTO AMOR!)

viernes, 11 de febrero de 2011

Gente que lee en el Tren Ligero a las 12:24 horas del 10 de febrero aunque el Tren apenas va llegando

Arrebatos carnales, el primero de Francisco Martín Moreno.


Era un libro de matemáticas o álgebra o algo así. No debía ser muy interesante, porque el chico advirtió que lo había fotografiado, pese a mi, por otro lado, proverbial discreción.


El testamento maya, de un tal Steve Alten. De acuerdo con este chico, el mejor puesto para leer en el tren es pegadito a la puerta.



(JURO QUE NO QUIERO MOLESTAR A NADIE)

Gente que lee en el Tren Ligero a las 8:30 am del jueves 10 de febrero: ¡cinco en el mismo vagón!

Era un libro de Editores Mexicanos Unidos que prometía acercar al lector, al menos eso ofrecía la cuarta de forros, a un clásico indispensable para la civilización occidental. Como no fuera el Mío Cid, no les creo, porque era muy delgado para tratarse del Quijote. ¿El buscón don Pablos? El caso es que el señor se embebió en su libro en desprecio del Esto, que parecía interesante y que llevaba en las piernas.


El título decía Gandhi, pero no alcancé a detectar nada más. Parecía una biografía escolar, y seguro que tenía ilustraciones, pero no vi, no lo vi. La señora lo metió en una de esas bolsas mágicas de señoras donde desaparecen lo mismo un lápiz labial que un sofá cama.


El joven señor llamaba la atención de todos los viajeros por obvias razones. Leía un manual francés-español-francés con un nombre hermoso: Le mot pour dire, que vendría a ser "La palabra para decir". Ojalá que aprenda mucho y le sobren palabras para decir.


El señor se dio cuenta de que estaba mirándolo y no sé si lo atribuyó a que me interesó su bonita bufanda verde o a que yo era un entrometido odioso. Luego decidió concentrarse en el libro. Las mujeres del alba, de Carlos Montemayor. No me enteré hasta que nos bajamos del tren, en Periférico Sur; veníamos juntos desde Juárez. Fue un viaje largo.


Cujo, de Stephen King, con auténtico placer. Al menos eso parecía. ¿Leer Cujo a las 8:30 am no es como beber whisky en el desayuno?



(O SEA, ¿CUJO?)

Post 2,201

No sé bien qué hacer con este blog. Sé que estoy contento por haber encontrado un espacio para mi más reciente manía, la compulsiva serie fotográfica Gente que lee en el transporte, que es, como todas mis compulsiones, un compulso pulso. Ja.

Pero lo he llevado ya hasta el remoto e increíble post 2,201.

Sospecho que seguiré adelante.

No sé qué hacer. No sé bien qué hacer, al menos.

Seguiremos informando.

(ESO CREO)

jueves, 10 de febrero de 2011

Gato contra hombre


El sensacional blog Catversusman me hace pensar si la vida no será más fácil para alguien sin afición por los gatos.

(POS MIAU)

Gente que lee en el transporte

Ella lee Los cuatro acuerdos, del doctor Miguel Ruiz. Él lee un libro que se llamaba Beginning Python. From novice to professional. Tren Ligero, 8 de febrero a las 8:50 am.


Él iba leyendo un libro que tenía un capítulo llamado Jax-RPC, era el capítulo 2, nunca supe de qué se trataba. ¿Software, programación, algo así? Tren Ligero, 8 de febrero a las 8:50 am.


Los días de Tláloc, de Augusto Orea Marín. 8 de febrero a las 8:50 am, Tren Ligero. El joven lector se veía emocionadísimo.


Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, en una edición de TM. 9 de febrero a las 2:35 pm, Trolebús.



CUMBRES BORRASCOSAS!

domingo, 6 de febrero de 2011

Gente que lee en espacios públicos, digamos

Un libro de hermosa portada guinda con tipografía en color plata sobre Juan Pablo II o con textos suyos. 31 de enero, 13:30 horas, Tren Ligero.


Seguí a la chica pero no pude saber qué libro sobre la Decena Trágica estaba leyendo; distinguí palabras como Félix Díaz y La Ciudadela, de allí mi deducción. Tren Ligero, 4:40 pm, 4 de febrero.


La fórmula de Dios, Jose Rodriguez dos Santos. 4 de febrero a las 4:40 pm, Tren Ligero. El cuate estaba entradísimo en la lectura.


Un libro de historia mexicana que anduvo repartiendo la SEP, creo que por ahí lo tengo. Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, centro de Guadalajara, antes de las 5:00 pm del 4 de febrero.


Maten al león, Jorge Ibargüengoitia. 6 de febrero, seis de la tarde, colonia Americana, Guadalajara.



(QUÉ BONITO)

domingo, 30 de enero de 2011

¿"Los celtas"?

Era un libro con unas guardas de papel como los libros de la Biblioteca Nueva que editaba a Jardiel a medio siglo XX. Tenía colores raros en la portada, seguro que era libro de librería de viejo. Y vi el título lo suficiente para no haberlo visto. Según yo, decía Los celtas. Como sea, 13:30 horas, más o menos, en un 51 AB por La Paz.



(Y EN LA FOTO NO SE NOTA EL TEXTO, DAMN IT)

sábado, 29 de enero de 2011

Dos blogs de humor que levantan ánimo al enfermo

El enfermo soy yo. Mi ánimo no se levanta así nomás. Volví a fumar en abril de 2010 luego del concierto de Joaquín Sabina y fui rehallándole el gusto. Hoy amanecí con un dolor de garganta fantástico, el agujerito ése detrás de cielo del paladar escociendo, material suficiente para hacer un máster en Producción de Asquerosos Fluidos Internos, dos cajetillas abiertas burlándose desde el escritorio. No vuelvo a hacerlo, pensé, no vuelvo a hacerlo.

Mientras bebo mucha agua, localizo un blog de humor gráfico al estilo del de Montt, pero muy original y chistoso: Humor tonto para gente inteligente. Me gustan el hiphopótamo y la cuerda.



El segundo blog del día es lo que podríamos llamar una obra de arte, pero lo he visto poco. Se llama Garfield sin Garfield y, básicamente, es una intervención del Garfield de Jim Davis en donde han quitado al gato y sus diálogos y Jon hace todo solito. Pienso, evidentemente, en cómo me vería si mi vida en el departamento considerara a Panipino... sin que ellos existieran.




Y pos eso.

(MIAU)

viernes, 28 de enero de 2011

¿Qué libro era?

Era un libro gordote de Alfaguara, con pastas negras. Sabe; el chavo se paró en friega y metió el libro a una bolsa y me impidió verlo. Leía con fruición, no puedo negarlo. Pre-Tren rumbo a la Minerva, 11:50 am.



(¿UN VARGAS LLOSA?)

jueves, 27 de enero de 2011

Ese libro se puede bajar de Internet, señor

Eso creo. Las Indias negras, de Julio Verne una edición de Sepan cuantos... con otras dos novelas cortas. Estación Juárez del Tren Ligero, 8:00 am.



(YA LA ENCONTRÉ EN INTERNET)

martes, 25 de enero de 2011

Gente que lee en el transporte 2

Algo así como Morir de amor, de Jorge Bucay, aunque no he podido comprobar que ese título exista.. Trolebús rumbo a la Minerva, 13:45 horas.



(CREO QUE LA CHICA SE MOLESTÓ POR LA FOTO)

Gente que lee en el transporte 2

Algo así como Morir de amor, de Jorge Bucay, aunque no he podido comprobar que ese título exista.. Trolebús rumbo a la Minerva, 13:45 horas.



(CREO QUE LA CHICA SE MOLESTÓ POR LA FOTO)

lunes, 24 de enero de 2011

Gente que lee en el transporte

Amarse con los ojos abiertos, Jorge Bucay. Tren Ligero rumbo al ITESO, 8:00 am.



Los pilares de la tierra, Ken Follet. Tren Ligero rumbo al ITESO, 8:00 am.



Harry Potter y la cámara secreta, J. K. Rowling. Tren Ligero rumbo al ITESO, 8:00 am.



(AL MENOS HUBO UN POTTER)