Léalo usted en el blog del señor, ué, osea, kpedomil, ué.
(SEA, UÉ)
sábado, 7 de marzo de 2009
El popot de Sheridan, ué
viernes, 6 de marzo de 2009
Dos cositas
1. Un artículo sobre Robert DeNiro... y la nada.
2. Una chica monísima que descubrí en Do you like Hitchcock? del imperdonable Dario Argento: ella se llama Cristina Brondo y está más mona que las majas de Goya. Un señor le hizo un blog.
(VA)
2. Una chica monísima que descubrí en Do you like Hitchcock? del imperdonable Dario Argento: ella se llama Cristina Brondo y está más mona que las majas de Goya. Un señor le hizo un blog.
(VA)
jueves, 5 de marzo de 2009
Mensaje del Día Internacional del Teatro 2009
Me lo pasaron ayer. Ya puede consultarse en el sitio del Instituto Internacional del Teatro. La traducción es de la revista Artez. Y el autor es un caso aparte interesantísimo: Augusto Boal, quien se reputa "trabajador del teatro en Brasil" y, alguna vez, ya fue mencionado como candidato al premio Nobel de la Paz.
En el mismo Instituto Internacional del Teatro le informan de la iniciativa de la Unesco que dio lugar al Día Mundial del Teatro, que celebramos los días 27 de marzo; y de los demás autores de los mensajes de años pasados, asombrosos todos.
(¡SOY UN ACTOR!)
En el mismo Instituto Internacional del Teatro le informan de la iniciativa de la Unesco que dio lugar al Día Mundial del Teatro, que celebramos los días 27 de marzo; y de los demás autores de los mensajes de años pasados, asombrosos todos.
Mensaje de Augusto Boal para el Día Mundial del Teatro
(27 de Marzo de 2009)
Todas las sociedades humanas son espectaculares en su vida cotidiana y producen espectáculos en momentos especiales. Son espectaculares como forma de organización social y producen espectáculos como este que ustedes han venido a ver.
Aunque inconscientemente, las relaciones humanas se estructuran de forma teatral: el uso del espacio, el lenguaje del cuerpo, la elección de las palabras y la modulación de las voces, la confrontación de ideas y pasiones, todo lo que hacemos en el escenario lo hacemos siempre en nuestras vidas: ¡nosotros somos teatro!
No sólo las bodas y los funerales son espectáculos, también los rituales cotidianos que, por su familiaridad, no nos llegan a la consciencia. No sólo pompas, sino también el café de la mañana y los buenos días, los tímidos enamoramientos, los grandes conflictos pasionales, una sesión del Senado o una reunión diplomática; todo es teatro.
Una de las principales funciones de nuestro arte es hacer conscientes esos espectáculos de la vida diaria donde los actores son los propios espectadores y el escenario es la platea y la platea, escenario. Somos todos artistas: haciendo teatro, aprendemos a ver aquello que resalta a los ojos, pero que somos incapaces de ver al estar tan habituados a mirarlo. Lo que nos es familiar se convierte en invisible: hacer teatro, al contrario, ilumina el escenario de nuestra vida cotidiana.
En septiembre del año pasado fuimos sorprendidos por una revelación teatral: nosotros pensábamos que vivíamos en un mundo seguro, a pesar de las guerras, genocidios, hecatombes y torturas que estaban acaeciendo, sí, pero lejos de nosotros, en países distantes y salvajes. Nosotros que vivíamos seguros con nuestro dinero guardado en un banco respetable o en las manos de un honesto corredor de Bolsa, fuimos informados de que ese dinero no existía, era virtual, fea ficción de algunos economistas que no eran ficción, ni eran seguros, ni respetables. No pasaba de ser mal teatro con triste enredo, donde pocos ganaban mucho y muchos perdían todo. Políticos de los países ricos se encerraban en reuniones secretas y de ahí salían con soluciones mágicas. Nosotros, las víctimas de sus decisiones, continuábamos de espectadores sentados en la última fila de las gradas.
Veinte años atrás, yo dirigí Fedra de Racine, en Río de Janeiro. El escenario era pobre: en el suelo, pieles de vaca, alrededor, bambúes. Antes de comenzar el espectáculo, les decía a mis actores: “Ahora acaba la ficción que hacemos en el día a día. Cuando crucemos esos bambúes, allá en el escenario, ninguno de vosotros tiene el derecho de mentir. El Teatro es la Verdad Escondida.”
Viendo el mundo, además de las apariencias, vemos a opresores y oprimidos en todas las sociedades, etnias, géneros, clases y castas, vemos el mundo injusto y cruel. Tenemos la obligación de inventar otro mundo porque sabemos que otro mundo es posible. Pero nos incumbe a nosotros el construirlo con nuestras manos entrando en escena, en el escenario y en la vida.
Asistan al espectáculo que va a comenzar; después, en sus casas con sus amigos, hagan sus obras ustedes mismos y vean lo que jamás pudieron ver: aquello que salta a nuestros ojos. El teatro no puede ser solamente un evento, ¡es forma de vida!
Actores somos todos nosotros, el ciudadano no es aquel que vive en sociedad: ¡es aquel que la transforma!
(¡SOY UN ACTOR!)
Pedómetro
Tiene un nombre horrible, pero lógico, y es utilísimo: una bonita aplicación de mapas consultables rápidamente. Disfrútela usted, oiga.
(¡MEDIDOR DE PIES!)
(¡MEDIDOR DE PIES!)
miércoles, 4 de marzo de 2009
Post de cositas chiquitas
1. En este sitio dicen que Voltron es la mejor caricatura de los 80. Ja. Enlistan un top ten, de hecho, y sostienen en la lista a los Transformers, GI Joe y el Inspector Gadget. Por fortuna, no se olvidaron de los Thundercats.
2. ¿Sabe usted que hay nueva titular en el Conaculta? Es Consuelo Sáizar, que fue la editora de Jus, luego la jefa del Fondo de Cultura Económica, y ahora una esperanza para muchos integrantes de la comunidad cultural que agradecen, que al menos, la señora en cuestión sabe leer. No garantiza que las cosas vayan a salir bien, pero da esperanzas.
3. McDonalds se quedó sin McNuggets y esta mujer lo denunció a la policía. Chale.
(THUNDERCATS, OOOOOOOOOOOOH!)
2. ¿Sabe usted que hay nueva titular en el Conaculta? Es Consuelo Sáizar, que fue la editora de Jus, luego la jefa del Fondo de Cultura Económica, y ahora una esperanza para muchos integrantes de la comunidad cultural que agradecen, que al menos, la señora en cuestión sabe leer. No garantiza que las cosas vayan a salir bien, pero da esperanzas.
3. McDonalds se quedó sin McNuggets y esta mujer lo denunció a la policía. Chale.
(THUNDERCATS, OOOOOOOOOOOOH!)
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La película más esperada de 2009
Imagínate al irreprochable Johnny Depp con Christian Bale, Billy Crudup, Marion Cotillard, Giovanni Ribisi, David Wenham, Stephen Dorff y Leelee Sobieski, entre otros. Imagínatelos actuando juntos en una misma película. Imagínatela dirigida por Michael Mann.
Es Public enemies: para mí, la película más esperada del año. Debido a la sobreexposición de Watchmen, que además se estrena ya este fin de semana, he decidido decantarme por un proyecto que me permite entregarle toooodas mis expectativas.
¡Michael Mann, señores!
Me he enterado de la emisión del tráiler y el póster oficiales en Blogdecine, que nunca falla (aunque tiene uno que otro colaborador que qué hueeeevaaaaa!)
(WOAAAAAAAAH!)
Es Public enemies: para mí, la película más esperada del año. Debido a la sobreexposición de Watchmen, que además se estrena ya este fin de semana, he decidido decantarme por un proyecto que me permite entregarle toooodas mis expectativas.
¡Michael Mann, señores!
Me he enterado de la emisión del tráiler y el póster oficiales en Blogdecine, que nunca falla (aunque tiene uno que otro colaborador que qué hueeeevaaaaa!)
(WOAAAAAAAAH!)
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martes, 3 de marzo de 2009
¡Post rápido!
1. 17 especies animales se extinguen en México.
2. Gondry, entrevista, videos.
3. ¡Un delfín albino que salió rosita!
4. Vuelve Michael Jackson. Primer destino: Londres.
5. Marge Simpson y su beso lésbico.
6. La crisis de Frida Guerrera.
(Y YA ME VOY)
2. Gondry, entrevista, videos.
3. ¡Un delfín albino que salió rosita!
4. Vuelve Michael Jackson. Primer destino: Londres.
5. Marge Simpson y su beso lésbico.
6. La crisis de Frida Guerrera.
(Y YA ME VOY)
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lunes, 2 de marzo de 2009
Ágora
Rachel Weisz se ve hermosa. Luego, uno piensa: ¿Amenábar, dirigiendo una cinta histórica-épica?
Oh, dioses.
(¡RACHEL WESIZ PARA CATWOMAN!)
Oh, dioses.
(¡RACHEL WESIZ PARA CATWOMAN!)
domingo, 1 de marzo de 2009
Post cortito para compensar el post largo que sigue que me encantó (¡mentiraaaaa!)
1. Dios bendiga a Peter Brook. Si, Dios, no lo bendices, no tendré Dios, e iré por el mundo negándote. Bendice, mi Dios, a Peter Brook. Bendícelo.
2. Hay muchas versiones en cine de King Lear. Una de ellas la dirigió Brook. Otra es muy rusa. Otra más es la portentosa Ran de Kurosawa (¡Dios!, que te traigo finto, carajo...).
3. Lear viene a cuento porque iba a haber dos cintas de Lear. Pero el chisme está rarísimo. Al parecer, se canceló, o se cancelará, una donde Hopkins será Lear, con Keira Knightley de Cordelia y Gwyneth Paltrow de Regan y Naomi Watts de Goneril. Queda vigente otra: ¡la de Al Pacino! ¿Será?
4. Hopkins en Titus de Taymor. Es magnífico. La dignísima reconstrucción para el cine de lo que el más cruel de los textos de Shakespeare fue.
(LUEGO VIENE LA ESCENA DE LAVINIA Y, ¡PUTA MADRE, SHAKESPEARE!)
2. Hay muchas versiones en cine de King Lear. Una de ellas la dirigió Brook. Otra es muy rusa. Otra más es la portentosa Ran de Kurosawa (¡Dios!, que te traigo finto, carajo...).
3. Lear viene a cuento porque iba a haber dos cintas de Lear. Pero el chisme está rarísimo. Al parecer, se canceló, o se cancelará, una donde Hopkins será Lear, con Keira Knightley de Cordelia y Gwyneth Paltrow de Regan y Naomi Watts de Goneril. Queda vigente otra: ¡la de Al Pacino! ¿Será?
4. Hopkins en Titus de Taymor. Es magnífico. La dignísima reconstrucción para el cine de lo que el más cruel de los textos de Shakespeare fue.
ACT III
SCENE I. Rome. A street.
Enter Judges, Senators and Tribunes, with MARTIUS and QUINTUS, bound, passing on to the place of execution; TITUS going before, pleading
TITUS ANDRONICUS
Hear me, grave fathers! noble tribunes, stay!
For pity of mine age, whose youth was spent
In dangerous wars, whilst you securely slept;
For all my blood in Rome's great quarrel shed;
For all the frosty nights that I have watch'd;
And for these bitter tears, which now you see
Filling the aged wrinkles in my cheeks;
Be pitiful to my condemned sons,
Whose souls are not corrupted as 'tis thought.
For two and twenty sons I never wept,
Because they died in honour's lofty bed.
Lieth down; the Judges, & c., pass by him, and Exeunt
For these, these, tribunes, in the dust I write
My heart's deep languor and my soul's sad tears:
Let my tears stanch the earth's dry appetite;
My sons' sweet blood will make it shame and blush.
O earth, I will befriend thee more with rain,
That shall distil from these two ancient urns,
Than youthful April shall with all his showers:
In summer's drought I'll drop upon thee still;
In winter with warm tears I'll melt the snow
And keep eternal spring-time on thy face,
So thou refuse to drink my dear sons' blood.
Enter LUCIUS, with his sword drawn
O reverend tribunes! O gentle, aged men!
Unbind my sons, reverse the doom of death;
And let me say, that never wept before,
My tears are now prevailing orators.
LUCIUS
O noble father, you lament in vain:
The tribunes hear you not; no man is by;
And you recount your sorrows to a stone.
TITUS ANDRONICUS
Ah, Lucius, for thy brothers let me plead.
Grave tribunes, once more I entreat of you,--
LUCIUS
My gracious lord, no tribune hears you speak.
TITUS ANDRONICUS
Why, tis no matter, man; if they did hear,
They would not mark me, or if they did mark,
They would not pity me, yet plead I must;
Therefore I tell my sorrows to the stones;
Who, though they cannot answer my distress,
Yet in some sort they are better than the tribunes,
For that they will not intercept my tale:
When I do weep, they humbly at my feet
Receive my tears and seem to weep with me;
And, were they but attired in grave weeds,
Rome could afford no tribune like to these.
A stone is soft as wax,--tribunes more hard than stones;
A stone is silent, and offendeth not,
And tribunes with their tongues doom men to death.
(LUEGO VIENE LA ESCENA DE LAVINIA Y, ¡PUTA MADRE, SHAKESPEARE!)
Julie Taymor y más Shakespeare (y el teatro)
No me gusta Julie Taymor. Vi Across the universe y me divertí bastante, y ya. No me gusta su Titus, pero casteó a Anthony Hopkins y difícilmente me imaginaré otro Tito, como no sea Laurence Olivier. Titus Andronicus es una obra enorme y a menudo incomprendida. Sigamos. No me gusta nada Frida, pero se aventó al ruedo con la imparable Salma Hayek y eso hay que reconocérselo tanto a Salma como a Taymor.
Dedicada por años al teatro (adaptó El rey león a musical, ajá, fue ella, y ahora mismo está embarcada en esa rarísima noticia que es Spider-Man: El musical, sobre la peli de Sam Raimi), la Taymor tiene un par de versiones dirigidas para tele de Edipo Rey y La tempestad. Y por aquí sale el asunto: Taymor dirige actualmente una película de La tempestad.
Puse esta cara: :|
La tempestad es uno de los textos más impactantes de Shakespeare para el teatro. Todo en él es teatral y los directores que la acometen, según sé, suelen sentirse agobiados de la enorme cantidad de recursos que tienen que manejar, y felices, enloquecidamente felices, porque aquella tortura intelectual es también una fiesta al nivel emocional. ¿Un brujo y ex gobernante exiliado en una isla donde no parece sufrir el exilio, sino más bien sólo esperar la muerte? ¿Su hija, doncella salvaje y dulcísima, esperando un hombre con el que pueda empezar su propia vida? ¿Un demonio, Calibán, al que Próspero crió y luego echó de su seno, cuando intentó tomar a la hija, Miranda? ¿Y la llegada de náufragos a quienes el mar les perdonó la vida, aunque el brujo Próspero convocara, en su afán de una última venganza, la furia de los océanos? ¿Y muchos, muchos elfos de la naturaleza, contemplando las creaciones y el pensamiento de Próspero? ¡Y un ángel! ¡Un elfo atado a la voluntad de Próspero, que de ella depende!
Es todo un festín de imágenes, fantasía, música, magia, pesadillas y monstruos... damn, damn, muy propio para atraer a Julie Taymor.
Oh, Dioses.
Peter Greenaway, una mente equivalente, tiene en Los libros de Próspero la que posiblemente sea su mejor película (y una de las piezas musicales más absolutamente hermosas, más hermosas de Michael Nyman): un homenaje a la poesía que morirá con el protagonista de La tempestad, a la última intriga que es capaz de urdir; y a la belleza del deseo representada por Miranda; y a la sed de venganza y la maldad enquistada que simboliza Calibán; y la esperanza cándida, la inocencia de la magia que deberá explotar, que es Ariel, el ángel que habita junto a Próspero. Todo en la puesta en escena de Greenaway es un acierto: sus excesos coreográficos y escenográficos cobran un sentido furioso y ordenado al mismo tiempo. Ariel, por ejemplo, es interpretado por tres actores que nunca hablan: un adulto, un adolescente y un niñito, todos convocados al mismo tiempo a la esclavitud y el amor de Próspero.
Próspero, por cierto, fue John Gielgud.
Las lecturas simbólicas (alegóricas) son muy sencillas. Próspero, el protagonista, es un símbolo del propio Shakespeare: el viejo sabio que contempla la magia que él ha creado y la que él ha atraído; y que sabe que, cuando se muera, todo eso desaparecerá. Algo ha de salvar: Greenaway elige que la magia que queda libre sea Ariel, que es eternamente niño y joven y adulto. Nuestro Shakespeare, la magia que de Shakespeare tenemos, es Ariel libre: todos estos siglos, Ariel ha volado y se ha venido a presentar ante nosotros. Y Próspero no está más, pero ha salvado aquello.
El teatro es Ariel. Ariel es el teatro.
Las alegorías con los elfos de Tolkien no son accidente. Tolkien pensó varias veces en los elfos desde fuera de su propia mitología y en no pocas ocasiones tomó en cuenta a La tempestad de Shakespeare. No sé si alguna vez se le ocurrió que, en su obra, los elfos son Próspero, y Ariel son la magia de los elfos que queda en el mundo de los hombres.
Me preocupa la película de Julie Taymor. No me parece una buena directora, sino una gran productora: una experta en el arte de producir imágenes hermosas y ordenadas. Pero no me parece que acabe de penetrar con inteligencia los conflictos humanos de sus cintas. Es gráfica y plástica: su Titus, la más atinada de sus cintas, es sangriento, pero no me parece que sea apasionado. Los dos gigantescos actores protagonistas, Hopkins y Jessica Lange como Tamora, hacen tanto por sus personajes que casi se desearía verlos sólo a ellos, como bien podría decidir un director de teatro competente. Otros muy buenos intérpretes completan un reparto afortunadísimo: hoy más famoso, Jonathan Rhys Meyers es uno de los hijos de Tamora, Angus MacFadyen es Lucio el hijo de Tito, el enloquecido Alan Cumming es Saturnino, James Frain hace decorosamente al trágico Bassiano, Colm Feore aporta un poco de concreción con su Marco... todo bien hasta que captas el espíritu estético de la obra: la rabiosa gana de decir ¡Shakespeare es modeeeerrrrrrrrno!, que fracasa desde el inicio, desde la infantil mirada de alguien incapaz de encontrar, en una alegoría, la auténtica metáfora. Ya lo sabemos: Shakespeare es perpetuo. En nuestro mundo, Shakespeare es nuestro mundo de símbolos (Kurosawa es un gran ejemplo para pensar: en nuestro mundo y en cualquiera). Julie Taymor intenta un acercamiento noventero, con estética de MTV y anorexia vampiresca, a un texto clásico; y fracasa con tal estrépito que hasta acá resuenan aún los costalazos de las armaduras brillantes que pintó de azul. Su tragedia es más La entrevista con el vampiro que Shakespeare. En su película no hay modernidad: hay videoclip pero nula profundidad política o antropológica. Es una lástima: su valiente comprensión plástica de Shakespeare es ejemplar.
Bien. La tempestad de Julie Taymor incluirá esta primera noticia curiosa. Próspero será ¡una mujer! ¿No es muy joven, Julie Taymor, para perpetrar su testamento personal mediante una Próspera? La elegida es ni más ni menos que Helen Mirren, quien, siendo, como es, una actriz experimentadísima, debe estar brincando de felicidad al romper esa imposible barrera que es la división de géneros en el teatro.
Bueno...
El reparto tira de espaldas. Quita el aliento. Oh, qué reparto. ¿Qué hará Taymor con él?
Djimon Honsou, un actor intenso y carismático, mucho más acertado que lo que sus entusiastas promotores quieren, será Calibán. Alan Cumming, el Saturnino de su Titus, será Sebastian, el hermano del rey de Nápoles. Ese actor de tan hermosos recursos que es Alfred Molina será Estéfano, uno de los náufragos borrachos que encuentran a Calibán. ¡Saldrá David Strathairn, a quien reverencio después de Good night, and good luck y My Blueberry nights! Chris Cooper será Antonio, el hermano de Próspero, que usurpó su ducado. Ben Whishaw, el Grenouille de Tykwer en El perfume, será Ariel. No conozco a los dos actores que harán dos bonitos papeles imprescindibles: Felicity Jones como Miranda y Reeve Carney como Ferdinand. Un señor Tom Conti, a quien no me parece conocer pero me parece que debería, está en el casting.
Espero lo peor. Así, como en otras ocasiones, obtendré lo mejor. Y espero, fervientemente, a un director valeroso en México, que sepa dedicar un par de años de su vida a la resolución honorable de un buen montaje de La tempestad.
Es pura magia.
Pongo aquí, para terminar, un video que he encontado del final de Prospero's books de Greenaway. De verdad, hay que ver esta cinta. Es hermosísima, y Greenaway, ese artista tan equivocado de época (para desgracia suya y de todos), hace un regalo muy digno a los lectores de Shakespeare.
Al final, Ariel es libre.
Y es un niño.
(¡ARIEL!)
Dedicada por años al teatro (adaptó El rey león a musical, ajá, fue ella, y ahora mismo está embarcada en esa rarísima noticia que es Spider-Man: El musical, sobre la peli de Sam Raimi), la Taymor tiene un par de versiones dirigidas para tele de Edipo Rey y La tempestad. Y por aquí sale el asunto: Taymor dirige actualmente una película de La tempestad.
Puse esta cara: :|
La tempestad es uno de los textos más impactantes de Shakespeare para el teatro. Todo en él es teatral y los directores que la acometen, según sé, suelen sentirse agobiados de la enorme cantidad de recursos que tienen que manejar, y felices, enloquecidamente felices, porque aquella tortura intelectual es también una fiesta al nivel emocional. ¿Un brujo y ex gobernante exiliado en una isla donde no parece sufrir el exilio, sino más bien sólo esperar la muerte? ¿Su hija, doncella salvaje y dulcísima, esperando un hombre con el que pueda empezar su propia vida? ¿Un demonio, Calibán, al que Próspero crió y luego echó de su seno, cuando intentó tomar a la hija, Miranda? ¿Y la llegada de náufragos a quienes el mar les perdonó la vida, aunque el brujo Próspero convocara, en su afán de una última venganza, la furia de los océanos? ¿Y muchos, muchos elfos de la naturaleza, contemplando las creaciones y el pensamiento de Próspero? ¡Y un ángel! ¡Un elfo atado a la voluntad de Próspero, que de ella depende!
Es todo un festín de imágenes, fantasía, música, magia, pesadillas y monstruos... damn, damn, muy propio para atraer a Julie Taymor.
Oh, Dioses.
Peter Greenaway, una mente equivalente, tiene en Los libros de Próspero la que posiblemente sea su mejor película (y una de las piezas musicales más absolutamente hermosas, más hermosas de Michael Nyman): un homenaje a la poesía que morirá con el protagonista de La tempestad, a la última intriga que es capaz de urdir; y a la belleza del deseo representada por Miranda; y a la sed de venganza y la maldad enquistada que simboliza Calibán; y la esperanza cándida, la inocencia de la magia que deberá explotar, que es Ariel, el ángel que habita junto a Próspero. Todo en la puesta en escena de Greenaway es un acierto: sus excesos coreográficos y escenográficos cobran un sentido furioso y ordenado al mismo tiempo. Ariel, por ejemplo, es interpretado por tres actores que nunca hablan: un adulto, un adolescente y un niñito, todos convocados al mismo tiempo a la esclavitud y el amor de Próspero.
Próspero, por cierto, fue John Gielgud.
Las lecturas simbólicas (alegóricas) son muy sencillas. Próspero, el protagonista, es un símbolo del propio Shakespeare: el viejo sabio que contempla la magia que él ha creado y la que él ha atraído; y que sabe que, cuando se muera, todo eso desaparecerá. Algo ha de salvar: Greenaway elige que la magia que queda libre sea Ariel, que es eternamente niño y joven y adulto. Nuestro Shakespeare, la magia que de Shakespeare tenemos, es Ariel libre: todos estos siglos, Ariel ha volado y se ha venido a presentar ante nosotros. Y Próspero no está más, pero ha salvado aquello.
El teatro es Ariel. Ariel es el teatro.
Las alegorías con los elfos de Tolkien no son accidente. Tolkien pensó varias veces en los elfos desde fuera de su propia mitología y en no pocas ocasiones tomó en cuenta a La tempestad de Shakespeare. No sé si alguna vez se le ocurrió que, en su obra, los elfos son Próspero, y Ariel son la magia de los elfos que queda en el mundo de los hombres.
Me preocupa la película de Julie Taymor. No me parece una buena directora, sino una gran productora: una experta en el arte de producir imágenes hermosas y ordenadas. Pero no me parece que acabe de penetrar con inteligencia los conflictos humanos de sus cintas. Es gráfica y plástica: su Titus, la más atinada de sus cintas, es sangriento, pero no me parece que sea apasionado. Los dos gigantescos actores protagonistas, Hopkins y Jessica Lange como Tamora, hacen tanto por sus personajes que casi se desearía verlos sólo a ellos, como bien podría decidir un director de teatro competente. Otros muy buenos intérpretes completan un reparto afortunadísimo: hoy más famoso, Jonathan Rhys Meyers es uno de los hijos de Tamora, Angus MacFadyen es Lucio el hijo de Tito, el enloquecido Alan Cumming es Saturnino, James Frain hace decorosamente al trágico Bassiano, Colm Feore aporta un poco de concreción con su Marco... todo bien hasta que captas el espíritu estético de la obra: la rabiosa gana de decir ¡Shakespeare es modeeeerrrrrrrrno!, que fracasa desde el inicio, desde la infantil mirada de alguien incapaz de encontrar, en una alegoría, la auténtica metáfora. Ya lo sabemos: Shakespeare es perpetuo. En nuestro mundo, Shakespeare es nuestro mundo de símbolos (Kurosawa es un gran ejemplo para pensar: en nuestro mundo y en cualquiera). Julie Taymor intenta un acercamiento noventero, con estética de MTV y anorexia vampiresca, a un texto clásico; y fracasa con tal estrépito que hasta acá resuenan aún los costalazos de las armaduras brillantes que pintó de azul. Su tragedia es más La entrevista con el vampiro que Shakespeare. En su película no hay modernidad: hay videoclip pero nula profundidad política o antropológica. Es una lástima: su valiente comprensión plástica de Shakespeare es ejemplar.
Bien. La tempestad de Julie Taymor incluirá esta primera noticia curiosa. Próspero será ¡una mujer! ¿No es muy joven, Julie Taymor, para perpetrar su testamento personal mediante una Próspera? La elegida es ni más ni menos que Helen Mirren, quien, siendo, como es, una actriz experimentadísima, debe estar brincando de felicidad al romper esa imposible barrera que es la división de géneros en el teatro.
Bueno...
El reparto tira de espaldas. Quita el aliento. Oh, qué reparto. ¿Qué hará Taymor con él?
Djimon Honsou, un actor intenso y carismático, mucho más acertado que lo que sus entusiastas promotores quieren, será Calibán. Alan Cumming, el Saturnino de su Titus, será Sebastian, el hermano del rey de Nápoles. Ese actor de tan hermosos recursos que es Alfred Molina será Estéfano, uno de los náufragos borrachos que encuentran a Calibán. ¡Saldrá David Strathairn, a quien reverencio después de Good night, and good luck y My Blueberry nights! Chris Cooper será Antonio, el hermano de Próspero, que usurpó su ducado. Ben Whishaw, el Grenouille de Tykwer en El perfume, será Ariel. No conozco a los dos actores que harán dos bonitos papeles imprescindibles: Felicity Jones como Miranda y Reeve Carney como Ferdinand. Un señor Tom Conti, a quien no me parece conocer pero me parece que debería, está en el casting.
Espero lo peor. Así, como en otras ocasiones, obtendré lo mejor. Y espero, fervientemente, a un director valeroso en México, que sepa dedicar un par de años de su vida a la resolución honorable de un buen montaje de La tempestad.
Es pura magia.
Pongo aquí, para terminar, un video que he encontado del final de Prospero's books de Greenaway. De verdad, hay que ver esta cinta. Es hermosísima, y Greenaway, ese artista tan equivocado de época (para desgracia suya y de todos), hace un regalo muy digno a los lectores de Shakespeare.
Al final, Ariel es libre.
Y es un niño.
(¡ARIEL!)
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