miércoles, 1 de agosto de 2007

Hoy es el día

Se acabó mi descanso. Vuelvo al trabajo. La fórmula parece contradictoria: se acabó mi trabajo, debería decir, pero, ¿a qué vuelvo?

Como sea. Esta vida es una especie de adictivo terremoto cotidiano: revienta el suelo bajo tus pies, derriba sobre tu cabeza altos o modestos edificios, va abriendo grietas lentísimas en el subsuelo... y a ti te encanta.

A lo que sigue.

He ido a la iglesia, como siempre que mis supersticiones indican que es hora de decir "Oh, Dios misericordioso, tú que ignoras decididamente que soy holgazán, mentiroso, homicida y ruin y cruel y vil, gracias". Me levanté cuando empezaron los ritos fanáticos: detesto que un viejo gordo con el rostro de quien se siente orgulloso del empedrado de su estacionamiento y de su pequeño jardincito con pasto artificial me diga: siéntate, y que, si no me siento, considere que he pecado.

Pero la cosa me ha dado un poco de tranquilidad. Fueron seis meses de cosas magníficas. Algunas terribles, otras muy placenteras. Están Rent, y con ello Mauricio y Alondra y Bernardo y Kuma y su Ana y otros, y otros. Está Julia, y el hallazgo de dos nuevos compañeros en quienes puede confiarse. Rafa, y Tena, y Macbeth y Otelo y Titus y El mercader y Julio César y Romeo y Julieta y Shepard y O'Neill y Mamet. Y Vera. Y Vera. Y Vera.

Las tres de la tarde de ayer me cogieron en medio de dos ensayos, apresurado para comer porque era más importante estar en el teatro que estar bien alimentado, benditos fanatismos personales. En la ventanilla del auto me di cuenta que un niño me miraba y me escribió su nombre en el cristal, y yo escribí en el mío: "Monty". Porque era ésa la primera hora de la cuenta de 25: hoy, a las cuatro, mi vida que sería posible se habrá disuelto cuando dé vuelta a la izquierda, no a la derecha, y no cambie mi nombre ni me oculte hasta que el destino me alcance nuevamente o como sea que esas cosas se digan. O como sea que la película de Lee se me parezca.

Intentémoslo, pues:

Tratemos de entrar a la Muerte con los ojos abiertos.

Que venga lo que haya de venir.

(5.9 GRADOS RICHTER)

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