La casa se queda sola y se hace infinito el aire de las voces en la calle, como marea sin olas, y hay un dolor que está quieto, preso en un rincón, doliendo, que no se ha llevado el viento.
La casa se queda sola y ese dolor, casi miedo, en el comienzo del viento, me ha mostrado un momento, como si fuera un espejo, que la soledad me hace más pensativo y más viejo.
La casa se queda sola y me hace orilla del mundo, y hay un amargor profundo que se me sube a la frente en este rumor de gente, y me falta una guitarra para navegar la pena que me ha dejado en la arena, calafateando un sueño que se ha quedado sin dueño, igual que un barco perdido, desarbolado y vencido.
La casa se queda sola, y hay una ausencia perdida en pétalos por la tarde, y hay esta página herida con tinta imperdonable que va dejando en la pieza su vocación de tristeza.
La casa se queda sola y no es tarde ni hace frío, tan sólo hay este vacío que, desde un rincón oscuro, se me acerca y solivianta y me produce este nudo que tengo en mitad de la garganta.
(¡PATXI!)
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