Otra vez, esta noche, hay noticias de sucesos policiacos salvajes en Morelia y Pátzcuaro. Ésa ha sido la tónica en los últimos cinco, ocho años: notas y notas de actividad del crimen organizado. Todo estaría bien si se mataran entre ellos. Pero las balas y los secuestros y las extorsiones y el crimen en que esta gente convive se llevan entre las patas a nuestras ciudades, a nuestra familia, a nuestra gente, a nuestras vidas.
¿Qué puede hacer uno? ¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué hacemos, si somos tan enanos frente a un montón de rufianes que se aburren del bajo poder de un AK-47, acostumbrados a hacerse Rambos de cerro, Al Capones de barrio, pequeños príncipes Vlad de ciudad?
Rezar, supongo.
(¡NO TE RINDAS, MORELIA! ¡NO TE RINDAS, MICHOACÁN! Y, POR GRACIA DE ALGO, ¡NO TE RINDAS, MÉXICO!)
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