lunes, 24 de septiembre de 2007

Bette Davis, All about Eve


Creo que la canción "Bette Davis eyes" me gusta porque la escuché una vez, ya casi por la noche, en un muy sospechoso camión que me traía de vuelta al centro de Manzanillo por el libramiento de Tapeixtles (no pregunten), desde la secundaria, y otra vez en un tráiler de una película que no vi donde la canta Gwyneth Paltrow en un karaoke. La tengo en MP3 y punto. Y cada vez que la veo, me acuerdo de la cara de Bette Davis y de esa forma enorme de mirar a cualquiera que osara voltear la cara hacia ella.

Pero en la noche del domingo, por fin y después de algunos cuantos intentos frustrados, vi All about Eve. A una película tan emocionante y cuidadosamente actuada deberían tributársele mejores honores que los que le han quedado después de 57 años. La fortuna es que uno la pone en el DVD, se enfrenta a la mirada de Bette Davis y queda, como al mirar en un espejo a la Medusa, encantado de una violenta fascinación que hace imposible no inclinarse ante la cinta.

Todo está en los ojos, oh sí, de Bette Davis. Si brinca de coraje en un capricho, uno tiembla de miedo. Si sonríe planeando alguna infantil vileza, uno se lame los colmillos. Si le ataca la depresión de los 40 años, uno siente que la pena le identifica con cualquier mujer que ha admitido la derrota de las arrugas. ¿Las arrugas envejecen a las mujeres? Los ojos de Bette Davis se abren salvajemente, como después de una inyección de heroína, y declaran sin necesidad de voces: "¡Yo no soy vieja! ¡Yo soy el conde Drácula, el rey de los vampiros, soy inmortal!". Y uno se calla y dice: "Sí, señora", y lame la alfombra que sus tacones pisen. ¿No comprende uno que Eve Harrington se quede sin palabras al ver a su amadísima Margo la primera vez? Que su mente ya maquine una complicadísima ruindad no corrompe su fascinación: si Bette Davis alza el mentón, todos los demás seres humanos perdemos medio metro de estatura.

Alrededor de mi temible hallazgo había varias preguntas, que he olvidado porque tengo ganas de olvidarme de ellas. ¿Quién le ganó el Óscar a Mejor Actriz, si acaso tuviera relevancia más allá de las trivias, a ella y a la fantástica Anne Baxter? Pues Judy Hollyday por Born yesterday, y ni siquiera fue a la ceremonia. ¿Y a Celeste Holme y Thelma Ritter, sensacionales y encantadoras ambas? Pues Josephine Hull, por su irreprochable papel en la Harvey de don James Stewart, y quien se iba a morir siete años después. Y etcétera.

Marilyn aparece cinco o diez minutitos en la película y mata de amor a cualquieraY Marilyn. Oh, Marilyn, que es capaz de licuarle la sangre a los hombres con una sonrisa y de derretir la carne como una explosión atómica, Marilyn, Marilyn, Marilyn, Marilyn, Marilyn...

No volveré a ver una película sin pensar en cómo le hacen falta al mundo los ojos de Bette Davis, la sonrisa de Marilyn, el gusto a actuaciones de teatro del cine del viejo Hollywood. Tengo All about Eve en casa: cada tanto, cuando me arrebate la nostalgia de las actrices con rostros de veras dignos del cine, buscaré los primeros planes de Bette Davis. Y luego desearé ver algo hermoso y veré a Marilyn...

Y quién sabe si un día aguante de nuevo las dos horas veinte de esta cosa. Y ya me voy, que, si de por sí soy cursi, me he puesto inaguantable con este post.

(AND SHE KNOWS JUST WHAT IT TAKES TO MAKE A PROBLUSH)

1 comentario:

David Cotos dijo...

wow, marilyn es capaz de licuarle la sangre a los hombres con una sonrisa, cierto en verdad.