Yo perdí ya muchas cosas en el fuego. Lo terrible del asunto es que puedo perder más: las llamas siguen vivas. Vivas, las méndigas.
Uno no sabe quién es hasta que deja de serlo. Y deja de serlo porque ya no es uno quien lo celebra o lo lamenta, sino los demás, apuntándote con el dedo: "Yo veo que tú eres lo que eres", te dicen, y te quitan la máscara. "Es verdad, soy esto", piensas. Y entonces te vuelves alguien distinto.
Y no hay nadie cerca para ayudarte a entenderlo.
(SNIF)
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