sábado, 16 de mayo de 2009

10 razones por las cuales don Viggo no debería retirarse

Según anunció él mismo hace unos días, Viggo Mortensen está por dejar la actuación, harto, como manda su credo al estilo yo-soy-rebelde-porque-el-mundo-me-hizo-así, de la industria del cine y del asunto de andar corriendo de los reporteros y fotógrafos de la prensa de espectáculos, la enorme mayoría de los cuales son —ni qué decir cuán fácil es entender a don Viggo— entre repugnantes y presidiables. Pero no queremos que don Viggo se retire: yo, al menos, quiero mucho a don Viggo, no sólo por haber sido Mi Señor Aragorn, sino porque es un actor digno de aprecio, que hace la inteligencia muy evidente y que se anima a cosas tremebundas y confusas, como una película de Jane Campion que yo me sé, o a cosas fantásticas y sórdidas, como las dos últimas cintas de Cronenberg que hicieron que este director pasara de la categoría Tontito para Azotes a la categoría Oh, Dios, y este señor por qué hacía aquellas porquerías. De modo que hay razones de sobra para que que los espectadores sigamos adorándolo y, si no se fueran, éstas serían diez razones diez para celebrarlo bien remucho:

1. A history of violence. La cinta que devolvió a David Cronenberg a las listas de seres humanos, después de habernos convencido de que se trataba de un primate evolucionado muy inquietante nada más. Ya en serio —que lo respeto—: un guión portentoso, casi impecable, que se apoya en el dibujo de personajes para narrar una historia sobre el dilema moral de la violencia y sobre la naturaleza humana. Entre el soberbio trabajo de William Hurt, Ed Harris y María Bello, destaca, humilde y discreto, pero por eso más fascinante, el Joey Cusack/Tom Stall de don Viggo Mortensen: un tipo convencido de que se deshizo del pasado que lo avergüenza y atemoriza y con los pantalones suficientes para borrarlo de un plumazo por un único motivo: proteger a los suyos. Don Viggo siembra de momentos inolvidables esta breve cinta —¡hora y media, Cronenberg, sin fluidos excesivos!—, de modo que es un buen prontuario de sus habilidades como actor, pero la escena final, un cuadro en silencio que no sabemos si concluirá en el perdón, la derrota o el desastre, convierte a Viggo Mortensen automáticamente en uno de los actores más cercanos a los sentimientos del espectador que puede uno encontrar en el cine comercial de Hollywood.



2. Aragorn. No diré demasiado, salvo esto: cómo un señor maloliente y bastante pesado, con voz de pato y que, incomprensiblemente, apenas le mete mano a la elfa más bella de la Tierra Media, puede convertirse en el más grande capitán, es una pregunta que sólo resuelve el intensivo trabajo de don Viggo, respetuoso y riguroso, para convertirse en el montaraz Trancos y el rey Elessar. En La Comunidad del Anillo ocurren, al final, dos cosas: uno quiere irse detrás del personaje que parecía secundario; uno quiere que el malo reviva porque el otro lo perdonó. Léase con voz de entusiasta de Antonioni: clááá-siiii-coooo.


3. La onda artística. Viggo es poeta, pintor, escritor y músico, además de actor de cine. Que a todos nos importe un cacahuate, da igual: el señor es más listo que usted y es uno de los pocos actores del mundo que leen.

4. Sobrevivió a Alatriste. ¿No es asombroso?

5. Obviamente, Eastern promises: ¿cómo le haces para que un gángster repulsivo se convierta en tu héroe, aunque enseñe las bolas en una de las escenas clave de la cinta? Pregúntale a don Viggo.

6. Appaloosa. La voz de pato, una buena barba en el plan de Dile al maquillista que se invente algo, y una historia que parece simplona pero que termina siendo un enorme homenaje a John Wayne: sin Viggo —como sin Jeremy Irons—, no sé qué habría hecho Ed Harris.



7. ¡Sobrevivió a G.I. Jane!

8. Y, aun más increíble, ¡sobrevivió a Portrait of a lady!

9. Dos cosas por venir: The Good y The Road. Honestamente, don Viggo es suficiente para ir y verlas, aunque sean churros. No se ha dicho mucho de A wing and a prayer.



10. Y la larga serie de películas menores donde hay que verlo, ensayando intentos de personajes que prometen, consiguiendo flashazos de atinos, siendo memorable: desde A perfect murder hasta 28 days, pasando por el rarísimo remake de Psycho que hizo Gus van Sant hasta su breve aparición en Young guns II, sin olvidar la extraña Floundering. Un día hasta dijeron que Stallone lo quería de Edgar Allan Poe. El señor hizo de todo.

(NO SE VAYA, DON VIGGO)

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