Son las 2:03 am y descubro que todo es distinto ahora.
Es mi primera entrada en este blog. No tendré tiempo para explorar muchas de las nuevas posibilidades técnicas. Desde las aventuras de Dernier y compañía, la cosa me importa bien poco. Pero acabo de leer a doña Rivera Garza en su columna de martes, y casi me saltan las lágrimas. Extraño escribir para mí. No puedo hacerlo. Eventualmente redacto lo que considero inolvidables y condenables perlas en el servicio Respuestas de Yahoo, y me divierto, y pienso: ¿Por qué no en un blog? Porque se me da la jodida gana, decido.
Estuve leyendo un libro traducido para publicarse en Anagrama. Adivinen cuál. El escritor es inglés, se dedica a revolcar un texto bíblico y no me gustaba.
He olvidado cómo funcionan las tags del lenguaje HTML.
Vera. Pienso en Vera. Y en Nueva York. Y en que debo despertarme a las 8:00 am, como mínimo, porque habrá ensayo en mi casa a las 9:00 am y debo lavar trastes. Necesitaremos tazas para el café.
¿Es malo perder la vista por leer mucho? Yo estaba por perder el hábito.
Ahora bien: ¿es malo perderla por escribir mucho ante la computadora?
Ajajá.
August van Zorn se mató en la mecedora, al menos; y lo hizo limpiamente.
(PLAYERA GRIS, EL PANTALÓN CAFÉ, SÓLO UNO DE LOS TENIS BLANCOS MENOS ROTOS, DESDE LÓPEZ COTILLA, CON HAMBRE AVERGONZADA, PORQUE ME COMÍ MEDIO VACÍO EN LA TARDE)
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