No era mi amiga, no fui su amigo. Conocí a Leo porque en 2006 fuimos compañeros en el curso de Rafa, y llegué a apreciar a Leo y luego lloré que se fuera del mundo como se fue, y que sus niñas se quedaran sin padre. La noche de su velorio conocí a Jake. Le dije, con apresurada vergüenza, que no había nada que decirle, salvo que, si yo podía ser de alguna utilidad, podría contar conmigo. Me agradeció del modo más desesperadamente sincero que puedo concebir: sonriendo y llorando a un tiempo, con ganas de que el desconocido frente a ella no tuviera que decirle lo que estaba diciéndole.
Hace un par de semanas, Vanesa publicó una nota donde aparecía Jake como una de sus fuentes. La recordé y conté esta historia que estoy contando ahora. Me pregunté cómo estarían las niñas. Ayer estuve enfermo y decidí quedarme en casa; me paré de mejor ánimo a ver el partido de los Potros y salí a hacer súper y luego volví y vimos un pedazo de película con Arturo y me dormí. Y en la noche, en el programa de Radio UdeG, escuché que Jake había muerto, atropellada por un minibús. Luego la vi en el periódico. Y pensé quinientas cosas juntas, acerca de la retorcida desgracia que persigue a la familia y de la infausta intervención de un camionero en este accidente y lo triste que iría a ser seguramente el funeral de Jake, misa a las 12:00 en Santa Filomena, ay, como el año pasado, cuando experimenté con crudísima autenticidad qué se siente ser parte del teatro: ojalá mis amigos me amaran así como lo aman hoy sus amigos a Leo, qué tristeza serle arrebatado a tus amigos, qué tristeza dejar sola a tu familia, qué tristeza irte del mundo no por ti, no por uno mismo, sino por los que te quieren.
Llamé a Vera. Lamenté querer darle una noticia así. Llamé a Eduardo, ya lo sabía, había visto pocos días antes a Jake, cuando se cumplió un año de la muerte de Leo.
No pude ir a la misa. Me cuesta trabajo pensar que Dios sabe lo que hace en momentos como éste, le dije a Vera, aunque es en momentos como éste cuando más quiero creer en Dios. ¿Para qué, dijo ella, te preocupas por si Él sabe lo que hace? ¿Y si no lo sabe, y punto? Pues Dios, según parece, ha creado el escenario, y es muy probable que Él mismo no sepa por dónde va esta larga obra de teatro. ¿Qué tal si es una cruel, imparable, sanguinaria y muy furiosa improvisación?
Dios hace Impro. Y no me gusta lo que hace con algunos de sus actores.
Bueno, Jake. Aplausos. Que sea lo que tenga que ser. Que tus niñas estén bien, y crezcan hasta llegar a un día, siquiera, de felicidad que les haga olvidar este año lamentable. Por lo que hiciste acá, con ellas, bueno: aplausos. Bien hecho.
Bien hecho.
Y el espectáculo tiene que continuar.
(CLAP, CLAP)
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