martes, 11 de septiembre de 2007

Muy cursis descubrimientos para una noche de congestión respiratoria

La luna se muerde. Es un turrón reseco que se desmorona en polvo entre los dientes, pero que, ya sobre la lengua y bajo el paladar, que tiene un cielo, se derrite como si guardara una miel hecha de muchas flores distintas, porque distingues de inmediato las fragancias de cuando sumerges la cara en un cuadro lleno de pétalos naranjas y violetas.

La niebla no tiene sabor. Uno puede sorberla y masticarla y no acabaría jamás de comérsela. Se pega a los dientes y hay que quitarla con la lengua. Es buena para quitar el hambre cuando uno camina a sitios lejanos, pero no hay que irse a dormir inmediatamente después de devorarla, porque te hace levitar unos centímetros en sueños y puedes despertar al pie de un barranco.

El abrazo es una versión íntima y breve del aplauso.

(QUE ME CUELGUEN)

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