lunes, 21 de abril de 2008

Otro post políticamente correcto, pero de verdad


La famosa intervención artística del tío éste Guillermo Vargas Habacuc me tiene casi sin cuidado. Pero luego pienso: ¿dejar que se muera un perro?

No, carajo. No y no. No, nada más no. Muérete tú, lector que opina que un perro más o menos en este mundo no hace ninguna diferencia: ¿no peleamos porque el valor de la vida nos merece furiosas intervenciones, pero sólo cuando se trata de la vida de algún conocido? Ni el más famélico y molesto perro callejero debería ser exhibido durante su agonía. No es un espectáculo conmovedor: es grotesco, por la vía de lo criminal.

Firmaré la iniciativa que encontré en el Facebook. Pero hay varias. Lo haré porque me parece que la idea del señor Vargas Habacuc es repugnante. Si su obra triunfa o no en el mundo del arte, me importa un carajo. No quiero un mundo donde los artistas emplean la muerte como espectáculo: otros locos antes han apelado a la estética para justificar un asesinato o su propia negligencia en una muerte penosa y lamentable. Poner a un perro a que se muera en una galería no es lo mismo que asumir que uno es incapaz de ayudar a los cientos de perros que se mueren en la calle: ponerlo a morir en público, eso, es una porquería criminal.

(GUA, GUAU)

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