1. XXY. La puso el otro día Arturo y creo que, en el fondo, comprobé lo que sentí el día que dejé de ir a verla en el Cineforo (mierda: reformulemos esa oración) y creo que, en el fondo, no lamenté no haber ido a verla al Cineforo (menos peor, solamente). No me gustó. Pudo ser genial, pero el guión se hace bolas solo, el director decidió descansar el peso de demasiadas acciones importantes en personajes irrelevantes y el bonito tono de cuento de hadas sórdido / amor adolescente con secreto incluido termina por diluirse hacia el final. Lástima, pero nada desastroso, pues. Me gustaron la apuesta por la ternura y ciertos gestos de buen gusto en punto a sexo y desnudos. Los ojos de la protagonista son una locura, sí, pero no hacen una película. ¿Por qué Ricardo Darín es tan chingón? Lo que sí es que ahora pensaré dos veces en cada caso de cambio de sexo, como éste, de una adolescente de 17 años que quiere ser un adolescente de 17 años.
2. El exorcismo de Emily Rose. Laura Linney otra vez descomunal. Tom Wilkinson muy bien, aunque embutirlo en traje naranja de reo me hace recordar un poco al personaje de Michael Clayton (pero un poco nada más). Jennifer Carpenter, muy, muy bien. No es el mejor guión del mundo, pero la doña Linney tiene razón: si tienes una de estas historias y pones actores medianos a interpretarla, la conviertes en un churro ridículo. Y no ha ocurrido así. Y me ha gustado.
3. The ninth gate. De Pollanski, que es un pollo pollaco (esto es un chiste local y usted no debería, lectora, lector, esforzarse por entenderlo). Ahora que he vuelto a asomarme a ella, ya no me parece tan mala. Pero no es de lo mejor de don Polanski, ni de lejos. Johnny Depp, como siempre, espectacular. ¿Cómo hace uno para que un guión más o menos creíble se convierta en una especie de locura acelerada hacia el final? Ni modo...
(¡QUIERO VER LUST, CAUTION!)
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