El piercing cerebral es esa clase de curiosos descubrimientos del ocio que, en los 80, sólo habríamos atribuido al manga o a la ciencia ficción. Hoy nos damos cuenta que la realidad no es que supere a la ficción, sino que la realidad es bastante más asquerosita y tiene pésimo gusto.
Yiack, digo yo.
(HANNIBAL LECTER, SAVE US!)
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