Parte del consuelo del cristiano reside en ello: muchas cosas ocurren y son evitables, y a un dios las atribuimos. A veces no hay otra explicación. A veces las hay, pero son tan inverosímiles, tan increíbles, tan desnudas en su crueldad, que nos conforma pensar: "Lo ha decidido así Dios". Y, si no lo creemos, todo nos parece más difícil ya no de entender, sino de aceptar, para que pase y nos atormente un poco menos.
Mi tía Ana González Bautista está grave en un hospital. Dios decidirá, queremos suponer. Intervendrán su salud, la resistencia de su cuerpo, la pericia o el denuedo de los médicos. No a todos nos consuela pensar en que intervendrán la suerte, el destino, el azar, la buena onda, la vibra o el viento de la fortuna que pase por allí. Tiene tres hijos. En nombre de ellos, lo admitimos así: ésta la decide Dios.
Mientras, que los médicos no cejen y no ceje su cuerpo.
(VA)
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