lunes, 8 de junio de 2009

El "hayan", Público, anulación... y los votos

Mi periódico volvió a chafear. Esta mañana descubro en portada el titular "Hayan cadáveres de 17 de las víctimas de Air France". Los errores en portada son comunes en los periódicos del mundo; tan comunes que, idealmente, los redactores que nos equivocamos debemos tolerar una sanción o un mínimo de semanas de humillante burla de otros redactores, quienes igual se equivocan, pero no lo hicieron esta vez. Otra cosa es que tengas una seria bronca de ortografía y de redacción y no la resuelvas: eso se llama ser cualquier cosa, menos profesional. Público tiene muchas broncas que resolver en cuanto a profesionalismo en su ejercicio del periodismo, y una de ellas, urgente, es la correcta redacción. Mal. Tache. Falla. Chale. Por lo que a mí respecta, cuido mi redacción e intento transmitir lo poquito que sé a mis compañeros. Supongo que no he sido de mucha utilidad. Aparte, cometo muchos otros errores al cabo de la semana laboral.

No quería hablar de eso. Quería hablar de que el periódico de hoy es toda una oda a la discusión de los votos nulos. Tanto, que, por fin, después de leer varias barbaridades y dos o tres opiniones de firmas inteligentes, me permito dudar acerca de si anularé mis votos o no. Pero compruebo que, al menos, mi periódico sigue sirviendo para eso que sirven los periódicos: agrupan datos interpretados con método e inteligencia y hasta un poco de audacia, los convierten en información y la ofrecen al lector para que tome decisiones después de leerla, con la conciencia de que motivará su necesidad de pensar en lo que ocurre, le importa o descubre, pero nunca lo inducirá a tomar una decisión única.

Tal principio de periodismo ha sido ejercido, con torpeza, arrogancia y petulancia, pero también con humildad, inteligencia y sencillez, por decenas de reporteros y redactores en Público y en el concurso de muchas de sus firmas de columnistas. En las páginas de columnas del diario conviven, hoy, tanto vividores de la política como escritores de notorio rigor intelectual. Lo asombroso del periodismo es que, en no pocas ocasiones, los primeros aciertan donde los segundos sólo cometen desfiguros. De nuevo, se supone que para eso sirven los diarios: el lector lee, piensa y decide; entre más interesante e inteligente sea lo que va a leer, mucho mejor.

Respecto a la anulación de votos, Público ha dado cabida a numerosas opiniones, en sus columnas y sus editoriales. También, a algunas cuantas notas, que han intentado, aunque con cierta rigidez, dar cuenta de la movilización de varios, distintos grupos ciudadanos, muchos de ellos muy pequeños y casi se diría aislados de la política oficial, que promueven la anulación de votos, por razones que coinciden.

La edición de este lunes apunta a que las ideas comienzan a depurarse. Entre los entusiastas y los indignados (ay, no hallo la columna ideal) y los hartos de otras ediciones, Público aprovecha la circunstancia de que los lunes publica a dos columnistas de columnas claras y útiles: Luis González de Alba y Jesús Silva-Herzog Márquez. El primero se hace eco de las opiniones de otro columnista, quien planteó una serie de razones por las cuales anulará su voto y promueve tal idea, pero además subraya la urgencia de que, después del 5 de julio, estas razones de protesta se conviertan en razones de trabajo ciudadano para exigir a los irresponsables partidos que trabajen en ellas. Con González de Alba, inspirado en Jaime Sánchez Susarrey, es fácil estar de acuerdo si uno ya tiene tendencias anulacionistas:

¿Qué exigimos muchos de quienes anularemos en protesta nuestro voto? En esencia, libertades ciudadanas conculcadas en actos legislativos no consultados. Para reconquistarlas, debe cambiar la legislación...

Su columna de hoy no tiene desperdicio. No sólo por la utilidad de que resuma con claridad demandas irritantes de los ciudadanos que pretenden anular su voto, sino también porque, publicada en la página 19, está apenas a unos cuantos centímetros de la columna de Jesús Silva-Herzog Márquez, quien hace que uno piense más, mejor, si anular el voto es una alternativa auténtica, y no un simple acto de desesperación:

Advierto que las razones de los anulacionistas me parecen poco convincentes. Reconociendo el modestísimo poder del voto, me parece que es posible enviar una señal más clara sobre el rumbo del país. El sistema constitucional mexicano nos ofrece una oportunidad de evaluar la Presidencia a la mitad de su trayecto podemos fortalecerla o acotarla. Esa es la disyuntiva que deberíamos encarar. Anular el voto es, en el fondo, cancelar la oportunidad de castigar o premiar al gobierno federal. Es meter a todos los partidos políticos en la misma cubeta, como si sus perfiles fueran idénticos, como si no hubiera un partido en la casa presidencial. Bajo la crítica a todo el régimen de partidos, se exime de responsabilidad electoral concreta a los actores políticos concretos. [...] Yo no busco en ningún partido la respuesta a mis esperanzas, ni el reflejo integral de mis aspiraciones. En la democracia electoral no busco la mitad de mi ser incompleto. Por eso veo en el voto un simple instrumento —limitado, por supuesto— para premiar y para castigar a los políticos. De ahí mi opción por el mal menor. Estoy convencido de que los castigos, para ser eficaces, deben dirigirse a partidos concretos. Pretender castigar a todos es excusarlos a todos. Diluir la responsabilidad de las malas políticas en la perversidad de todos los partidos sólo hace más jugoso el negocio de los demagogos.

Alrededor de esas dos columnas, una suma de anécdotas, bravatas increíbles, apasionadas intervenciones y advertencias mesuradas pero muy serias acerca del centro de la discusión: no si anularemos o no el voto, sino qué hacemos con el país, con el sistema electoral de partidos y con nuestra conciencia del valor del voto después del 5 de julio. Y, por eso, comprar el periódico hoy y leerlo no tiene pierde (aunque puede usted leerlo por Internet, no como otros, que todavía hay que pagarlos. ¿Cuándo se enseñarán a subir sus contenidos a la web, chintolo?).

Lo que importa es el voto: por qué los ciudadanos lo creen relevante o irrelevante; qué dice eso del valor de nuestro sistema de partidos, repleto de porquerías como las que glosa González de Alba que hacen urgente la buena acción ciudadana correctamente informada. En la edición de hoy de Público pueden encontrarse argumentos como: Frank Lozano, quien sí confía en los votos, señala que los anulacionistas se pierden de una cierta sutileza:

Creo en el sistema de partidos como un instrumento que si bien, es insuficiente en cuanto a representatividad, ofrece a los ciudadanos una acuarela de opciones que a grandes rasgos dibujan un especto ideológico plural con todo y ciertas opciones pintorescas. [...] Buenos, regulares o malos, los partidos políticos permiten a los electores valorar el nivel de congruencia, identidad, programas y resultados y a partir de ello refrendar o no su voto. No existe, ni existirá un partido político que refleje al cien por ciento las aspiraciones de nadie. Ni siquiera una religión y mucho menos una candidatura independiente. [...] Este 5 de julio el desafío para el elector será descifrar de entre las opciones aquellas que se basen en la realidad, contra aquellas que, inspiradas en la demagogia, en la urgencia de ganar votos, ofrezcan soluciones irresponsables e inviables.

Perdón, porque la intervención de Lozano cobra mucho valor cuando se la aprecia como parte de un concierto de opiniones. Perdón. Pero: ¿opciones? Personalmente, no me explico qué opciones ve Lozano en las que se presentan al 5 de julio: ¿el Nueva Alianza controlado por el SNTE de Elba Esther Gordillo (sonrisas)? ¿El Verde, que pone a Maite Perroni a hacer pucheritos cuties ante el desastre ambiental para justificar su propuesta por la pena de muerte (risas)? ¿El Convergencia de Dante Delgado o el PT de Alberto Anaya, hoy rendidos al juego de ese delirio de balbuceos populistas que es el Peje (carcajadas)? ¿El PSD, plural y diverso, pero destilado de un partido que se reputaba Alternativa y terminó sirviendo de ring para un pleito entre sus militantes a ver quién se lo quedaba, si los socialdemócratas o los campesinos? ¿El PRD (las carcajadas se convierten en arcadas)? ¿EL PRI (uno se pone en guardia)? ¿La (¡pero...!) ratificación del PAN de Ramírez Acuña, Eduardo Rosales, Gustavo González? ¿Ésas son las opciones? ¿Y, entre ellas, hay que buscar a la menos peor? Lozano tiene todavía una baza para desacreditar el movimiento proanulación de votos:

Llama la atención que un sector de jóvenes se adhieran a la propuesta de anular el voto, cuando a los 19 años la experiencia democrática es escasa ¿en qué basan su frustración?


Ah, bueno: son unos muchachos, así que no pueden experimentar frustración genuina. ¿Más o menos a qué edad se justifica tal sentimiento? Yo tengo 29: ¿calificaré? Ayer, camino al teatro, vi por avenida Juárez a un grupo de estos muchachitos pegando carteles rojos en la banqueta sur, la de la derecha. "Si el voto sirviera de algo, sería ilegal", decía la cándida, pero encendida queja de uno de sus impresos que seguro han de llamar intervención urbana. Otra: "Tengo más miedo al transporte público que a la influenza". ¿Se diría que, como tienen unos 19 años, no tienen derecho a sentirse así de irritados contra los minibuses? Se llaman Las hijas bastardas de Calderón. Si acaso, habría que reconocerles que salieron a la calle a decir qué opinan. Y, además, tienen derecho a votar.

En esas mismas páginas, Juan Pablo Becerra Acosta cuenta, en un sensacional texto, la historia de Garrapatas, un pueblo de Guerrero que sabe que no tiene nada que esperar de políticos ni de partidos y que está totalmente convencido de que no hay opciones. Alrededor, la locura: un reportaje que afirma que ha descubierto a los autores de la movilización anulacionista (que no se les olvide que otros partidos ya han querido usar el tema como argumento para atizar la guerra sucia); la columna de Carlos Marín, estacionada en el sarcasmo ("da risa que..."); un aviso sobre un foro del IFE para defender al voto (claro, como lo único que se busca es arruinar al voto... ¿no dijo ya el propio presidente del IFE que llamar a anular el voto es, como mínimo, llamar a votar?); un curita que llama "estúpidos" a los abstencionistas y anulacionistas; el Peje y sus explicaciones; otro curita, hablando de la "irresponsabilidad" e "inmadurez" que revelaría nuestra sociedad si triunfa el abstencionismo; y, finalmente, mucho más útiles: Héctor Aguilar Camín advirtiendo: ojo, que este movimiento ha hecho más por las elecciones que ningún otro actor; Luis Carlos Ugalde, el ex presidente del IFE, preocupado pero subrayando: el movimiento proanulación ya triunfó; y la modesta pero indispensable columna del local Rubén Alonso: ¿por qué partidos y políticos siguen atacando a los proanulación, en lugar de, hombre, siquiera jalarlos pa' su corral? Mejor dicho: ¿por qué insisten en ignorarlos?

Descubro lo mucho que coincido con Rubén, redescubro algunos argumentos que me invitan a anular el voto: será patético pero será real que, después de anular el voto, los anuladores aún diremos a los partidos, que se reirán de que nos ganaron: ustedes detentan el poder, no el gobierno. Esto no era una lucha por el poder, sino por el gobierno. Nos da igual quién ejerza el poder; lo que nos importa es tener a la mano a los mejores para que sean gobierno.

He publicado otros posts con resúmenes de noticias sobre anulación de votos. Al día, me alisto para anular mis tres boletas, aunque sospecho que terminaré ejerciendo "voto útil" a la hora de la alcaldía de Guadalajara. Pero ediciones de periódicos como la de hoy me instan a pensarlo una vez más, una más siquiera: Silva-Herzog y Luis González de Alba y todos los mencionados me recuerdan que es hora de devolverle al voto un poco de lustre: digamos que será una gotita de principio activo en medio de una piscina llena de agua pura y que, como en la metáfora de Silva-Herzog, tendré que resignarme a los efectos de la homeopatía. Oquei. La otra posibilidad es que, de hecho, ésta sea una elección que nos enseñe a pensar mejor en lo que hacemos cuando votamos, y lo que hacemos antes de que votemos, y, muchísimo más importante, lo que hacemos después de que votamos. Las elecciones no se acabaron aquel 2 de julio de 2000, cuando festejamos que nuestros votos sí contaban. Descubrimos con vergüenza que hay que hacer mucho más después de votar. Que, al día siguiente, hay que ponerse a trabajar en varios frentes.

Pues bien: tenemos esa tarea pendiente. La elección no se terminará el 5 de julio. Y me da gusto que, poco profesionales y lastimados por una progresiva decadencia del lenguaje (¿por qué ahora todo el mundo usa acusar sin complemento directo, como en "Vecinos acusan robo", en lugar de denunciar?), los periódicos del país al menos están dando lugar a las iniciativas sobre el voto en nulo, el voto en blanco y la abstención. No están haciéndolo tan bien como es posible, pero están empezando a hacerlo. Y mi periódico puede que chafee con la ortografía, pero está a tiempo de corregirlo. Eso y muchas cosas más.

(¡HALLAN AVISADO, PUES!)

2 comentarios:

LAS HIJAS BASTARDAS DE CALDERON dijo...

HOLA MI ESTIMADO IVAN GONZALEZ VEGA. PRIMERO QUE NADA, GRACIAS POR HACER MENCION ACERCA DE NUESTRO COLECTIVO, YA ES GANANCIA PARA NOSOTROS QUE ALGUIEN TOME EN CUENTA ESTO.
EN SEGUNDA PARTE NO SOMOS CHICOS DE 19 AÑOS DE EDAD, TAMPOCO SOMOS UNOS FRUSTRADOS, SIMPLEMENTE TENEMOS LA INQUIETUD DE MANIFESTARNOS EN CONTRA DE LA PROPAGANDA POLITICA, NO PRTENDEMOS CON ESTO ANULAR EL VOTO, CREO QUE ESO ES DECISION DE CADA QUIEN.
EL CARTEL NO DICE "SI EL VOTO SIRVIERA DE ALGO, SERÍA ILEGAL" LA FRASE MENCIONA "SI EL VOTO CAMBIARA ALGO, SERÍA ILEGAL".

AGRADECEMOS TUS COMENTARIOS Y OPINIONES ACERCA DE NUESTRO TRABAJO.
GRACIAS

Iván González Vega dijo...

Hola, Hijas (bastardas, je). En ningún caso quise ofenderlas, y espero que no haya ocurrido así. De hecho, algo que anoté en el post es que las acciones que yo atestigüé el domingo pasado me hicieron sentirme bastante animado. Aprecio mucho su trabajo. Efectivamente, me equivoqué al citar la leyenda del cartel (que, dicho sea de paso, fue uno de los dos que más me gustaron). Intentaba señalar que hay críticas que desacreditan la participación política de los jóvenes sólo por serlo y que, con esa regla, las actividades de Las Hijas Bastardas, por ejemplo, no pasarían de ser cándidas. Creo que es evidente que no estoy de acuerdo con tan primitiva descalificación.

Gracias por responder a mi post. Estoy en contacto con ustedes, ¿Qué más van a hacer? ¿Cuándo tendrán otras tareas? De verdad, déjenme saber.

Saludos.