Lo redescubre uno llegando a los 30. Los viejos amigos fueron amigos antes, no ahora.
La vejez nos enseña a resignarnos con lo que somos y a olvidar —o, si somos débiles, a recordar— lo que fuimos.
Es así, carnal Arturo.
(...Y ME ESPERABA UNA RECIÉN CASADA QUE NO SE ACORDABA DE MÍ...)
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