Te fascinan las moles imparables,
las inútiles máquinas sin voces
que irrumpen en escándalos de caos
y de dulce armonía que no comprendes.
Un atónito alto, un fascinado
ahogarse las palabras, un destello
de luz que se refleja sobre plata
y que arrebatan las ruedas de hierro.
Nada te dicen hoy, descomunales,
y al futuro le pesa este silencio:
no vayas con los trenes, puedes verlos
y no desees seguirlos, tú que vives
muchos siglos después de sus periplos
hacia nidos perdidos de fantasmas.
(QUIHÓBOLES, PUES)
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