martes, 4 de diciembre de 2007

Ya. Y yo conozco a una de las peores

La vi. La vi de cerca. Seguro que la vieron también en los stands, y les pareció tan hábil que, mesmerizados, no osaron intervenir en sus veloces e indiferentes hurtos. El placer del robo no es el robo en sí mismo: es su repetición. Imposible que un criminal así se salve, pues volverá siempre al lugar de los hechos: ¿de qué otro modo sería un ladrón mínimamente feliz?

Todos los años hay una nota sobre robos. La de El Comercio es buena. Les faltó entrevistarme: pude hablarles hablado mucho sobre el tema.

(¡EL MAR, EL MAR!)

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