viernes, 19 de octubre de 2007

Segunda vista a Lady in the water

Story, Bryce Dallas Howard
Tengo que admitir lo fallida que es Lady in the water. Como historia, es seguramente una de las más cercanas al mismísimo corazón de M. Night Shyamalan, pero la película tiene giros demasiado cándidos —la espontánea aparición de personajes que de inmediato descubren qué papel juegan en la historia—, recursos emocionales más bien descuidados —la muerte de un personaje que hace una clase de guionismo mientras la sufre—, y un sentido del humor poco original —¿por qué tiene Shyamalan necesidad de hacer chistes sobre el aspecto de la gente, si nunca lo hizo antes? Y sin embargo, en ella hay amor, amor sincero como el que uno puede ver en The village —que es una de las grandes películas acerca del amor— o en Signs, The unbreakable y Sixth sense. Amor que produce algunas de las imágenes más absolutamente características de la obra de Shyamalan, esa que pasará a la historia —Paul Giamatti confesándole su miedo a quien necesita su valor, Bryce Dallas Howard confiándole a Shyamalan que su hermana tendrá siete hijos, el señor serio y sangrón admitiendo que ha querido creer, pero no cree. Lady in the water es, de nuevo, una historia acerca del poder que la fantasía tiene sobre nuestras nociones de la realidad: si estamos dispuestos a permitir que nuestra imaginación produzca fantasía en aquello que, siendo sólo racional, es tan repulsivo —"en este mundo ya no queda nada de originalidad, señor Heep"—, probablemente salvaremos más almas, almas puras que merecen ser salvas, almas que animan la solidaridad y la fe. Y a ninguno de nosotros se le ha dicho lo que ha de llegar a ser.

Cleveland Heep, Paul Giamatti
Hay un sentido de religiosidad exageradamente honesta en la obra de Shyamalan. Siendo cínicos se le puede llamar, y con mucha facilidad, cursilería. Creo que no tiene nada que ver con la atrofia en el sentido del asombro que padece el espectador regular de cine —sólo es brillante lo que me deslumbra—; y, siendo honestos, siendo pacientes, siendo atentos, se le puede llamar espiritualidad. Una vez que se ha abierto el corazón a la necesidad de verdades que late en las historias de Shyamalan, no se puede dar vuelta atrás: incluso en ésta, la menos lograda de las últimas cinco películas de Shyamalan, uno puede ver a Dios. "Extraño sus rostros, solían recordarme a Dios". Giamatti, en un personaje que se habría diluido con un poco menos de corazón, habla por los corazones de todos aquellos que, habiendo perdido a seres amados, nos sentimos perdidos. A todos aquellos que estamos vivos gracias a nuestros amigos.

Espero The happening como espero la charla de todos los días con la gente cuya conversación disfruto. Aplícate, Shyamalan. No le gustas a tu público; nos gustas a nosotros otros.

(THANK YOU FOR SAVING MY LIFE)

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