Las batallas perdidas de antemano siempre son las que se libran con mayor denuedo. Sólo en ellas se puede contar a los muertos antes de que se abra el fuego. Sólo en ellas puede el vencedor reunir la humildad suficiente para contemplar al vencido en su derrota. Son siempre las más amistosas. Y, misteriosamente, casi siempre son las más largas: quizá por el desdén de ambos bandos a que la conclusión de verdad llegue.
(MMMMMMÑUÁ!)
No hay comentarios:
Publicar un comentario