miércoles, 5 de noviembre de 2008
Murió Michael Crichton
Antier dudé entre comprarme Los idus de marzo de Wilder por 35 pesos y El archivo de Egipto de Sciascia de los Club Bruguera por 40 o gastarme 60 de una vez en El mundo perdido de Michael Crichton. "Un día debo tenerlo en casa", me dije de este último, cuando lo devolví a los estantes de la librería de viejo (maloliente y abandonada, uno de esos sitios a donde hay que ir más bien a rescatar los libros). Ahora tengo otro Sciascia, Los idus y una duda: ¿por qué sopesamos los libros que no compraremos de aquellos que van a morirse pronto? ¿Por qué el juicio, "sí, bueno, puedo divertirme mucho leyéndolo" no se convirtió en un "por una vez que gaste en él no me pasará nada malo"? ¿Por qué a la Muerte le gusta propinarnos coincidencias? ¿Disfrutará, como suponemos que no hace con nada, colándose en los acontecimientos del mundo, para que un nombre recientemente recordado sea el nombre que leeremos luego en los titulares de la prensa? ¿Nuestra memoria persigue a la Muerte, con el temor y la audacia de quien juega apuestas, "sería lamentable, pero creo que acertaré"?
Ha muerto Michael Crichton. No tengo libros suyos en casa. Ayer, con el drama de Juan Camilo Mouriño, olvidé mencionar que lamento que muera: tenía esposa e hijos y pasarán días muy tristes de aquí en adelante. Nadie debería perder así a sus padres o a sus maridos. Pero se pierden así, y estas derrotas ocurren a gente real. Lo lamento por ellos. La vida debe seguir. Lo lamento por quienes han querido a Michael Crichton. La Muerte es lo único que nos alcanza con certeza. A veces terrible y definitivamente, a veces como una casualidad. Nunca duele menos. Siempre cambia todo. Jamás estamos listos. Cada nuevo muerto demuestra que venimos a vivir por lo que no conservaremos.
(CHALE)
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