Los Ivanes son premios a lo mejor del cine... que vi yo, Iván. Son considerados valiosísimos... por mí, por supuesto. Y quizá no sé nada de cine, pero, de música para cine, algo sé. Me importa tanto que hay numerosos casos de cintas que no he visto aunque conozco bien su música, películas mediocres a las que les perdono todo por sus bandas sonoras, y aun filmes reconocidos aquí y allá a los cuales hago un lado porque, no, su soundtrack nomás no me interesa.
Pues bien: yo el año pasado Le scaphandre et le papillon y su banda sonora me encantó, cortesía de Paul Cantelon; gracias mil. Vi Wall-E y no he dejado de adorar el trabajo de Thomas Newman en la cinta; gracias, gracias. Vi Atonement, que le significó el Oscar al señor Dario Marianelli; wow, gracias. Vi The Dark Knight, y declaro que la banda sonora es de lo mejor que tiene la película, sí: gracias, señores Hans Zimmer y James Newton Howard. Vi Michael Clayton, y me confirmó que James Newton Howard está entre mis compositores favoritos: oh, gracias. Y vi Lust, caution, y sigo impresionado por la belleza simple de la banda sonora de Alexandre Desplat, así que gracias.
Y ésas son mis nominadas: las seis gratísimas aspirantes al premio Ivanes 2008 a Mejor Música. Nada más que sólo es un premio. Así que el Ivanes 2008 a Mejor Música es para Lust, caution, de Alexandre Desplat.
La belleza particular del trabajo de Desplat en Lust, caution exhibe un acierto notorio, pocas veces, pero siempre de muy destacada manera, advertido con facilidad por los espectadores: su música es esencialmente narrativa. La cinta de Ang Lee está narrada según la experiencia de un solo personaje, dulce y, en principio, inocente, pero valiente; y entonces, un segundo personaje, del todo opuesto al primero, entra en escena y trastorna la dulzura, la inocencia y hasta el valor de aquél. Ang Lee exhibe este encuentro de poderes, entre la abierta villanía de uno y la misteriosa pureza del otro, como una danza, un baile macabro y fascinante... y Desplat le pone una pista que es un vals de cajita de música que es una serenata que es un réquiem que es un programa de espías en la tele. Los ecos a Brahms, su inclusión en la pista, no son una casualidad: Desplat se apunta un verdadero trabajo a caballo entre lo romántico y lo clásico. Y, si bien al escucha inicial la banda sonora puede parecerle en todo caso hipnotizante, pero monótona, al espectador de la cinta le queda claro que esa enorme pieza de cine sobre el descenso a los infiernos desde la inocencia sólo puede acabar de entenderse con el trabajo del compositor.
¿No lo ha escuchado usted, abrumada lectora, confundido lector? Vaya y búsquelo. Y luego vea la cinta: una auténtica joya del cine en todos sus aspectos.
(¡MÁS IVANES, PRONTO!)
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