jueves, 10 de abril de 2008
Acabo de recordar un aniversario maravilloso
El 5 de abril de 2006, miércoles, debuté como actor. O algo parecido: hicimos una exhibición con escenas de varias obras, realismo psicológico principamente, en la más fantástica actividad teatral que conoceré nunca: la primera. Testigos juran que soy otro desde esa noche. Estudios y reportajes han documentado mi transformación, de motivos ajena a alcohol o sexo o drogas o chocolate o un golpe fuerte en la cabezota. Yo sé algo sobre lo que me pasó entonces, y no se los diré jamás.
Gracias: Eduardo, Rafa, Marcos Lomelí, Juanita, Omar Argentino, Juan Pablo, Josué, Mauricio, Paco, Jéssica, Alonso. ¡Beto Castillo! Gracias a los numerosos y buenos amigos nuevos. En junio cumplo tres años estudiando actuación, desde que mi queridísimo tío Villalpando decidió que le convenía cobrarme 350 pesos por 16 horas mensuales de clase que le pagué pero no podré pagarle nunca. Luego vinieron Cama caliente, Vera, el amado Rafa Garzaniti, Rent, Alondra, Ana y Kuma, Óskar, Chalino, todos los demás, Marcos y Tania, y qué bruto Julia, la inmediata admiración por Marcos Acosta... ¡Y Darío Fo! ¡Y Pinter! ¡Y Miller! ¡Y todos los más luminosos dioses alumbren la tez de Strindberg! ¡Y Shakespeare! No acabaría de enlistar a aquellos a quienes debo mi tímida persistencia en el teatro. Todos mis amigos del mundo externo al teatro: gracias, no se preocupen: no estarán cerca cada vez que haga el ridículo. O sí, y nos reiremos juntos. Leo, y Jake: gracias. Y Blanquita, cómo iba yo a saberlo una tarde en el ITESO, atorados en un edificio de LTD porque caía una tormenta de ahogar itesianos y adentro había gente fumando: te debo tanto...
No sé qué sigue.
Pero me gusta recordar que hoy, hace dos años y cinco días, descubrí algo magnífico y correcto, algo que estuvo siempre allí.
Algo que me hace feliz.
Así que gracias.
(¡EL TEATRO TODO EL TIEMPO ES TIEMPO DE FIESTA!)
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