Serán tres días. Hay que abandonarse al ridículo, hurgar en los entresijos del impulso primero, resistirse a la tentación de controlarlo todo, ceder el poder, encajar el error y el estar hasta abajo, abrogar cualquier amenaza de tener autoridad, confiar en las acciones, mantener el contacto visual efectivo y humano y sincero con el público, decir que sí, acepto que me traten como tonto... y divertirse con todo esto.
Hoy fue el primer día. Tengo mi nariz de payaso y mis primeras lecciones acerca de divertirse con el fracaso.
El clown fracasa. El actor intelige. ¡Ambos ordenan el caos!
Tengo para mí que el clown se divierte más.
Éstos son mis maestros. Se llaman Álex y Caroline.
Vamos viendo.
(¡LO QUE SÍ HAY QUE CONTROLAR ES LA ENERGÍA!)
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