Y ocurrió en Río de Janeiro, Brasil. Ahora déjenme que platique lo que le pasó a mi primo Marco cuando tenía como cuatro años y jugaba con el Negro en casa de mi abuelita: resulta que el animalito estaba muy quitado de la pena cuando el animalote de mi primo le asestó certero mordidón en la húmeda nariz. El Negro respondió con certero mordidón que le deó coqueta cicatriz en un cachete a mi primo. La luce todavía hoy. Del Negro no tengo noticias.
La historia es auténtica. La hemos contado tantas veces que no creo que a mi primo le moleste que la repita. Si él o el Negro ven este post, por favor, discúlpenme de recordarla.
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