domingo, 20 de julio de 2008

Lucky Hanson


Curtis Hanson es el director de LA Confidential, que es una muy que muy buena película, adaptada ejemplarmente de una enorme novela. Es también el director de Wonder Boys, una estrepitosamente buena película, adaptada magistralmente de una novela maravillosa (no sé si va quedando claro que Wonder Boys es una de mis grandes favoritas). Y no me he gastado los adjetivos. Pero es que el señor también dirigió Los Pequeños Ninja, me cai, y La mano que mece la cuna, que tiene que ser uno de los thriller más terroríficamente aburridos que he visto en mi vida. Hizo otras cosas que yo no sé. Ah, y River wild... Y la vida siguió, y vinieron LA Confidential y Wonder Boys y entonces declaré: oh, señores: he aquí que Curtis Hanson bajó a los sets, dirigió buenos guiones y vio que el cine era bueno. Y todos se regocijaron.



Aclamado por tan grandes dos buenos golpes, hizo 8 Mile, y la cosa le gustó a mucha menos gente, pero gustó. Luego hizo In her shoes, y la cosa le gustó a muchísima menos gente, y ya no quedó tan claro si gustó. Luego hizo Lucky you, y ésa, de plano, no gustó.



Acabo de ver Lucky you. La renté con un bonche de cuatro DVD que reseñé antes y tenía tan bajas expectativas, que postergué hasta hoy el trance. Me ha gustado mucho. Me gusta Eric Bana haciendo un personaje humilde pero con matices, tan predecible como sorprendente, certero pero vivo: es un actor con tremenda capacidad de parecer honesto, con un sentido más bien discreto de lo que significa el espectáculo histriónico, pero efectivo, entregado y sincero. Me gusta en Munich y no puedo imaginar un mejor Héctor (lástima de Troya) (y lástima de Aquiles) (y lástima del desperdicio de Agamemnón y del monumental error de la humanidad al ignorar a Príamo O'Toole) (agh, cómo doy vueltas) (odio Troya) (alguien sáqueme de aquí). Decía que me gusta Eric Bana en Munich y en Troya, y me gusta mucho en Hulk pero eso es materia difícil. Lo que sigue es Chopper, que resulta todo lo contrario: una transformación violentísima y muy compleja pero, y aquí llegamos al punto donde Bana es él mismo y nadie se le parece: una transformación inteligente, cuidadosamente planeada, congruente con el difícil guión de la, por momentos, intragable cinta que le pusieron. Chopper es Bana, y él justifica la cinta; pero su trabajo como actor va más allá, way too más allá que los kilos extra, los músculos de matón y los dientes asquerositos.


Y esa clase de cosas se ve en Lucky you: el trabajo de un actor que se ha tomado en serio el diseño de su personaje, que lo ha dotado de gestos y rasgos seguros y estables para exhibirlos, y que, por lo tanto, es capaz de explorar con mucho éxito las posibilidades de su descomposición: Huck, su personaje, es un sonriente y moralmente reprobable gigoló con una dignidad tan elástica como su estado de cuenta. Tiene una moto cool que es lo único que no apostaría, gasta chamarra de cuero en el calor de Las Vegas, duerme dos o tres horas diarias y es más que célebre en los casinos. Hasta allí, casi cualquier actor podría componer un personaje. Además, el tipo es bien parecido y se ve mucho más joven de lo que es. El resultado es un buen personaje, nada espectacular. Lo espectacular viene cuando se enoja, que es tétrico; cuando se enternece, que es conmovedor; cuando se angustia, que es penosísimo; cuando tiene miedo, etcétera... Es una bendición, diría yo, ver a actores como Eric Bana en el cine: se lo crees todo, todo te parece claro y humanamente comprensible. Nada es ficción. Todo, con él, es real. Y pasa algo aquí: que Curtis Hanson está a la altura de un actor. Borda para él un entorno discreto, de bajo perfil, una película de aspiraciones sencillas porque se trata de cosas que no están en la superficie... y le permite producir un trabajo de interpretación serio y canónico, un verdadero lucimiento para un actor de su edad y de su proyección.


¿Más decisiones inteligentes de Curtis Hanson? Castear al protagónico es una, pero lo mejor viene con su primer antagonista: Robert Duvall. Viejísimo, pero justamente capaz, igual que Bana (guardando las distancias), de imbuir una sinceridad incontestable a su personaje: el otro perdedor, más allá de la dignidad, eterno vencedor de su hijo. Si actores como Tony Leung son capaces de producir una historia entera con dos o tres gestos faciales, los actores como Robert Duvall son lo que necesitas para garantizar que ningún error independiente del trabajo histriónico te eche a perder la cinta. Y tenemos una dupla sensacional; discreta, humildosa, sencilla, pero sensacional: Bana más Duvall. La relación entre ambos es algo magnífico de ver en cine. Y Curtis Hanson produce una cinta con estos dos sólidos pilares. Y si te quedas allí, paciente lectora, amable lector, y aplaudes esa parte de la película, puedes irte entonces, sonriente, a dormir a tu camita.


Luego sigues viendo la película y ves cómo se permite los bandazos que la llevan a un naufragio brillante, a una especie de pírrico triunfo muy memorable, a un triunfal súper fracaso. Número uno: Drew Barrymore, que ofrece un trabajo precioso, digno de sus mejores dotes, pero cuyo perfil es demasiado inadecuado para el personaje: no es tierna, no es inocente, y parece más retorcida que Bana o que Duvall todo el tiempo. Número dos: los parlamentos de Drew Barrymore y, por extensión, los de una parte enorme de la cinta. Clichés narrativos, truquitos sencillones para sacar la lágrima, énfasis que degeneran en redundancias, que le arruinan el día a los tres actores. Número tres: un guión que, cuando va ser cool, tropieza y es cursi. Demasiado anunciar lo que todos los espectadores habríamos deducido por gusto, sin ayuda, por las ganas de pasarlo bien. Sí, la historia no es sobre triunfos, mjm, ajá, al final el perdón es más importante. Mjm, ajá. Graaaacias.


Quédate en la parte concreta del guión, el área "he aquí tres personajes que se influyen mutuamente y para que uno resuelva su conflicto será necesario que los otros dos resuelvan el propio y sólo lo conseguirán con la mutua compañía porque nadie puede hacerlo solo". Quédate allí y tienes una película lindísima, emocionante, precisa y eficaz. Envuélvela en ese pecaminoso aire a treintañera que tiene Drew Barrymore, exprímele el mensaje "hijo comprende padre" y tienes Lucky you. Y comprendes entonces que Curtis Hanson se da gusto poniendo a prueba a sus más fieles espectadores: yo aplaudo 8 Mile, salí exultante de In her shoes y estoy súper feliz después de Lucky you. Pero ya va siendo hora, don Curtis, que se atreva a ir por más. Usted es uno de esos tipos que ven una gran historia donde cualquiera vería un guión estereotípico y memo. Sí, vale: quedó claro después de tres películas medianas llevadas más allá del promedio. Sí, vale. Y, dioses: no le escamotearemos, no, que fue capaz de convertir a un antipático rapero como Eminem en un actor solvente. No dejaremos de aplaudírselo. ¡Y Robert Downey Jr. aparece en Lucky you, wow! Y y. Basta.


Porque usted también es un tipo capaz de ver un gran guión y convertirlo en una gran película. Lo demostró ya dos veces. No sea como su personaje, que gobierna su vida como debería jugar al póker y que juega al póker como debería gobernar su vida. Estamos esperando una gran cinta suya, don Curtis. Usted puede. Le aguantamos otro Lucky you, si usted gusta; pero cuidado: no sea que nos parezca que ha filmado, en realidad, algo a la altura de Los Pequeños Ninja.

Perdón por el post tan largo.

(KNOCK-KNOCK. KNOCK)

No hay comentarios: