jueves, 18 de septiembre de 2008

Asustados, ¿e incompetentes?

El Presidente de México nació en Morelia. Yo trabajé cerca de él alguna vez y lo conocí en un corto periodo de unas semanas, hace más de 13 años, y me pareció un tipo inteligente, simpático y entusiasta de buenas intenciones. No he vuelto a cruzar palabra con él en años. Me repugnó cómo fue jugando el juego de la contienda política panista, primero, y luego la contienda política nacional, en la elección donde finalmente sería votado Presidente. No podía creer que ganara. Yo no lo voté. Tampoco voté a ninguno de sus dos más cercanos rivales. En el fondo, me parece que era la opción viable menos peor de las tres que se nos presentaron en 2006.

El Presidente de México nació en Morelia. En mi país hay una especie de latente celo por atribuirse los logros de los paisanos: yo soy de Jalisco, como Rulfo y como Arreola; yo nací donde Pancho Villa; yo jugaba de chiquito en la misma cuadra que Cuuahtémoc Blanco. Los morelianos sintieron un prurito de pudor y admitieron, en 2006, que estaban algo contentos, no se hagan: el Presidente es moreliano. Algo cambia en la relación con tu presidente cuando resulta que vivía en colonias que conoces al dedillo, cuando resulta que sus condiscípulos son ahora tus compañeros de trabajo, cuando descubres que le gusta la misma comida típica que a ti cuando los presidentes anteriores ponían caras de asco ante nuestra cocina primitiva y olorosa.

El Presidente de México nació en Morelia. El 15 de septiembre en la noche, los atentados le cambiaron la cara al gobernador, Leonel Godoy (sí, también lo conocí). Demudado y envejecido de repente, Leonel luce en las fotos como si hubiera perdido la elección más importante de su vida. Fausto Vallejo ya fue alcalde antes de Morelia: algo debía saber sobre cómo girar órdenes a los policías locales, a los socorristas locales, a los bomberos locales, a los funcionarios públicos locales. Tiene tres años de experiencia extra respecto de todos los gobernantes michoacanos. También luce vencido. Lloraron, me dicen mis conocidos, estos días, desesperados porque no saben qué hacer. Y el Presidente fue ayer miércoles a Morelia y no lloró, pero puso el rostro de quien no va a ayudarte a sentir un poco de ánimo, el rostro de quien tiene un discurso preparado pero no vino a darte ánimos sino a demostrarte que está haciendo su trabajo, con memos y no con una palabra sincera.

El Presidente de México nació en Morelia. No sé qué haya sentido ayer, parado ante la plaza Melchor Ocampo, sembrada de vestigios de una explosión que le arrancó brazos y piernas y tripas y la vida inclusive y la paz para siempre a muchas personas. A demasiadas personas. Nunca estas canallas acciones lastiman a poca gente, aunque no lastimen a nadie. El Presidente no es un hombre de una presencia escénica poderosa: es un sujeto confiable y simpático, de apariencia eficaz e inteligente. Es difícil pensar que te miente. Pero ayer, al lado de su esposa y del gobernador que lloró, y al lado de una ofrenda floral y con un micrófono en la mano, no queríamos a un sujeto confiable, simpático, eficaz ni inteligente. Queríamos al Presidente: al jefe de todos los funcionarios de gobierno de este país, diciendo "Sí, haremos justicia", "Sí, los alcanzaremos y les aplicaremos todas y cada una de las leyes con todo su rigor, aunqune no tengamos por costumbre hacerlo normalmente", "Sí, nos pegaron, todos ustedes sienten miedo de salir a la calle, pero no tengan miedo y salgan y denuncien a los ladrones, a los mentirosos, a los corruptos, a los violadores, a los narcotraficantes, a los abusivos, a los asesinos". "Sí, ganaremos". "Sí, ganaremos". "Estamos en guerra", debió habernos dicho, para enfrentar, de una vez, al rostro del enemigo que nos atenaza. "Estamos en guerra, pero yo, el Presidente, les digo que ganaremos.

El Presidente de México nació en Morelia. Ayer ofreció aplicar toda la fuerza del Estado contra los criminales del 15 de septiembre. Su Estado es ridículo, no puedo confiar en él, me ha demostrado una y otra y otra vez que falla, que es negligente, que lo integran ladrones y empresarios cínicos. Su Estado no me sirve. Su Estado me da igual. Su Estado no sabe probar que va a salvarme. Quería ver a un hombre capaz de infundirle un poco de suspicaz valor a los burócratas decentes de la ciudad, para que ellos, a su vez, transmitieran un poco de valor a los morelianos. Con el trabajo normal, con la cotidianidad burócrata que nos dice: Están haciendo su chamba. Al menos hacen su chamba y, si la hacen bien, mi vida volverá a ser normal.

Pero yo no creo en su Estado. No puedo creer.

El Presidente de México nació en Morelia.

Jamás me he sentido tan avergonzado de ser su paisano.

(¡RESISTE, MORELIA!)

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