miércoles, 19 de diciembre de 2007
Tres misterios del cine
1. Se conocen casos de golpes en la cabeza que ejecutan cristianos y otros que efectúan trastornos de extremada curiosidad en el rendimiento cerebral: los genios se vuelven idiotas y los idiotas se convierten, tras el fortuito impacto, en inveterados genios. Sin ser un total idiota, pero sí un consumado perseguidor de muy molestos riesgos, David Cronenberg parece haberse convertido en algo que aspira poco a poco a la genialidad. A la genialidad consistente, la genialidad sólida y evidente desde lejos. ¿Qué le pasó, pues? ¿Alguien le ha metido un pedradón, lo ha dejado caer en las escaleras, lo convenció para darse de topes contra una pared? Pues hay un antes y un después jacarandosamente claro: el Cronenberg insoportable y repetitivo y redundante y chistosín y, en suma, medio idiota, de ExistenZ, La zona muerta, El almuerzo desnudo y esas cosas, capaz de producir algo tan original y al mismo tiempo tan irrelevante como La Mosca, capaz de perpetrar Spider contra toda posibilidad de ingenio y para regodeo de fans ávidos de deletéreas bobadas; y otro Cronenberg, especializado en retratar la bestialidad de las personas comunes y corrientes que exudan civilidad en el vestuario y la sonrisa y el color de la piel y del cabello pero arrancan a mordidas la carne del prójimo nomás porque se les puso enfrente, es decir, todos nosotros, el Cronenberg de Una historia de violencia-dios-bendiga-a-Ed-Harris, el Cronenberg, ayayay caray, de Eastern promises, una pieza poderosa y de memoria inmarcesible, un instantáneo clásico pero no instantáneo como el chocomilk sino instantáneo como la plastiloka, que se queda donde ha sido puesta y no se mueve jamás y todo lo sostiene. ¿De dónde, señores y señoras, salió este estupendo director de actores, este cabrón de guiones directitos a la pechuga, este exprimidor de lo mejor de Viggo Mortensen? Ojo, que le sacará un susto que otro a la Academia en los próximos Óscar. Ojo, que quizá que el efecto del trancazo en parietales se le pasa, y lo volvemos a ver filmando babosadas que emocionan tontos. Ojo. Ojo con Cronenberg, tan peligrosamente equilibrado en el cable pendiente entre los cineastas del montón y los autores entretenidísimos.
2. ¿Saben ustedes quién es Bryan Singer? Pues hizo Usual suspects y ustedes, de seguro, lo adoran. Bah. Hizo Apt pupil y ustedes, de seguro, temen reverencialmente a sir Ian McKellen. Bien hecho. Hizo Superman returns y nadie lo recordará y en el 2009 hará Superman: Man of Steel, y nadie lo recordará. O sí. Hizo X-Men y medio mundo le echó los ojos encima porque, por culpa de tipos como él, se empezó a pensar que los blockbuster de súper héroes podían ser también, mira qué curiosidad, películas bien hechas, de guiones efectivos, conflictos universales, drama de verdad, romance con chicas que sí parecen chicas y sujetos cool que son cool a prueba de uso violento (caso Hugh Jackman/Wolverine). E hizo X2 y todos comprendimos que la cosa era mucho más seria: que aquellos guiones efectivos eran pequeñas obras de arte tan divertidas y atractivas que parecían, de verdad, cómics como los serios, cintas de épica honorable, laboratorios de fans de lealtad firme y exigente. Porque X2 puede que sea la mejor película de súper héroes hecha (Superman, perdónanos).
Entonces, ¿saben ustedes a quién mierda se le ocurrió poner al tarado de Brett Ratner a desgraciar la franquicia de los X Men con esa porquería inenarrable que es X-3: The last stand?
3. A alguien se le ocurrió que es buena idea traer a Bardem y a Natalie Portman y a otros varios a filmar la biopic de Cantinflas.
¿Qué puede uno decir? ¿"Felicitaciones, que les sea de provecho"?
(CHALE)
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