Yo celebro la vida y resulta que en mi ciudad se mueren niños ya no diré inocentes, que no es lo que viene al caso, pero sí sin culpa, sin deberla ni temerla, por actos de negligencia y de descuido escandalosos. Y hay quienes, en lugar de cerrar el pico porque no tienen nada que decir, lo abren para regalar profundas estupideces, cínicas, irrelevantes y hasta medio criminales. Mi campeón en estos días es Javier Gutiérrez Treviño, líder del Consejo de Cámaras Industriales de Jalisco: cuando el niño Miguel Ángel López cayó en coma y se convirtió en el centro de una muy penosa polémica, pues empezó a discutirse si se había intoxicado con arsénico ingerido en las aguas sucias del río Santiago (que viene desde el lago de Chapala hasta la capital de Jalisco), don Javier abonó a la controversia que, en su opinión, los medios y la familia del niño estaban exagerando, pues el río no está tan sucio, y que él incluso se echaría un buche del agua en cuestión. Por supuesto, luego se desdijo, cobardemente, sin ofrecer disculpas, sin admitir que había metido la pata.
Ayer se supo que el niño Miguel Ángel, oficialmente, murió por una infección masiva que arruinó su cuerpo, por culpa de bacterias que suelen estar presentes en las heces fecales. De modo que la conclusión más lógica, que no hecha oficial, es ésta: el río Santiago está tan contaminado por aguas negras, que la convivencia con él es peligrosísima para la salud de los vecinos. Es una conclusión más sólida en datos, en documentos... pero sólo en los inmediatos. El periódico Público, a través de trabajos como el de Vanesa Robles, Agustín del Castillo, Rubén Martín, Maricarmen Rello, Sonia Serrano y otros reporteros, ha documentado desde el año pasado que el río Santiago padece una gravísima contaminación por descargas industriales, y que se ha medido en más de una ocasión el problema que ocasionan los metales pesados presentes en el agua. Apenas hoy día, Vanesa Robles publica una nota acerca de una denuncia, concreta y clara, sobre gases de ácido sulfhídrico que emana el río y que ya afectan la salud de los niños de una escuela de El Salto.
Es decir: los datos sobran, los documentos sobran, el peligro es una verdad medida y precisa desde hace años y ya las autoridades estatales deberían conocerla.
Pero Javier Gutiérrez Treviño volvió a hablar este jueves. Esta vez dijo que la autopsia oficial hecha a Miguel Ángel (él lo dice, así lo dijo, casi no puedo creer que lo diga) demostró que la industria no contamina el río Santiago, sino que se trata sólo de aguas negras, por lo cual la responsabilidad es atribuible exclusivamente a los municipios, que no tratan las descargas en cuestión.
De modo que, contra la evidencia de años, el señor Gutiérrez Treviño se lavó las manos, ya que le dio miedo echarse un buche.
Tengo muchas ganas de que el señor en cuestión vaya al río y se caiga en sus aguas. Y que nade, que nade mucho, pero tarde en salir. Y que una infección en la piel, un dolor de cabeza, una serie de ataques de náuseas, algo notorio, le haga cambiar de opinión. Pero ya en serio: le conviene leer un poquito los diarios. Le conviene informarse antes. Un niño murió por culpa de ese río, y es de imbéciles burlarse de la contaminación.
No diré más, pero qué peste.
(QUÉ PESTE)
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