Julia es la obra más hermosa del mundo. O no, pues. Pero la amo. Strindberg, gracias.
El libro de Darío Fo que estoy leyendo es una maravilla: placentero, divertido, repleto de cosas útiles y prácticas y sabias y profundas, trascendentes y relevantes y superficiales y pasajeras. No es un libro, sino una colección de cuatro charlas públicas sobre comedia del arte. Y la mente de Darío Fo es la de alguien que ha llegado a comprender la tremenda importancia de la comedia y del teatro, pues, para que el mundo sea un mundo menos idiota, menos fatuo, menos lerdo: más inteligente, más humilde, más espectacular en su creatividad.
Es imposible pasar de largo el placer: La garra de Santa Sabina es una canción encantadora. Y aunque no lo fuera, me encanta a mí. Y me gusta Rubia de la cuarta fila de Joaquín. Y el Aleluya 8 de Aute. Y no iré a escuchar a Dylan, pero lo llevo conmigo. Y anoche escribí un cuento erótico-sentimental y me sentí tan feliz que, ¿vieron?, posteé a e. e. cummings sin ningún rubor.
Y me divertí con Charlie Wilson's war. Y traigo sucia la playera de haber ensayado.
El mundo es una porquería.
A veces, sin embargo, no huele tan mal.
Gracias a Dios que incluso Él suele tomarse uno que otro domingo de descanso.
(NADA QUEDA DE TU ALMA: SÓLO TU SANGRE MORTAL: TE ESTAMOS VIENDO CAER)
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