martes, 15 de julio de 2008

La canción que no pude postear en toda la noche

Como un perro que lame o ladra sin motivo, como una carta urgente sin dirección ni sobre, temprano descubrí que todos los caminos que yo elegí desembocaban en la torre de Babel. La luna choca contra la pared.

Quiero decir que anduve lo mismo que cualquiera en busca de unas manos que, en mitad de la noche, entre tantos idiomas el mío comprendieran por los teléfonos de la torre de Babel. En el acuario se deprime un pez.

Laberinto de espejos, callejón sin salida donde baila el azar su negro minué: cada vez que la bolsa sube, baja la vida; cada vez duele más la herida de mi piel.

Algún dios aburrido ideó esta manera de querer escapar, pero cómo y a dónde; algún diablo alcohólico hizo que me perdiera por los túneles de la torre de Babel. El trapecista empeñó su red.

Barrio Chino del mundo, bulevar de Sodoma: ¿por qué nadie me dijo "chaval, escápate"? No hay billete de vuelta una vez que se toma el tren que lleva al apeadero de Babel.

Todavía queda un viejo guitarrista que cuenta a los chicos del barrio que algunas noches ve estrellas cancerosas desde el piso cuarenta de una colmena de la torre de Babel. Del cementerio se escapó un ciprés.


(AY)

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