"Son cintas de logros técnicos notables, brillante originalidad y trabajos actorales y de dirección que marcan la opinión que uno tendrá en el futuro acerca de los involucrados", escribí el año pasado, y suscribo lo dicho entonces: los Ivanes Olímpicos honran a esas películas, en un ejercicio que pretende reconocer el "trabajo individual o de conjunto que hace un aporte valioso a la historia del cine". ¡Y el cine comercial tiene muchas alternativas, por sorprendente que parezca! Pero sólo se entrega un Ivanes Olímpicos cada año, y debería ser ocasión de regocijo, más que de sospecha ante la competencia.
Es así que, tras largas deliberaciones —no por la calidad de la obra reconocida, sino por el tipo de homenaje que hacerle: si junto con otras películas, o a ella sola—, he decidido que los Ivanes Olímpicos de 2008 son para Tropa de élite.
El guión fascinante; la historia demoledora que deja el corazón como apretado en un puño cuya voluntad le ordena soltarlo; un elenco sensacional encabezado por el Capitán Nascimento, el tremendo Wagner Moura; música que se queda en la cabeza por meses; la sensación de asistir a un espectáculo real, vivo, cierto, no sólo verosímil sino repulsiva y tristemente familiar; y, por eso, un éxito redondo, una auténtica novela de la violencia: todo eso es Tropa de élite, la gran cinta de José Padilha que ganó en Berlín y no olvidaremos jamás.
Véala, si no la ha visto: no hay modo de no desear honrarla.
(PARRAPA, PAPA, PAPA, PARRÁ, PAPÁ!)
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