El chavo era buen actor, no excepcional, pero bueno. Suelo recordar a los psicólogos que explican este espectacular ejercicio de flagelación de los adolescentes, cuando se cortan con navajas las piernas y los brazos, con el argumento de que todos necesitamos lastimarnos un poco, todo el tiempo, para que no se nos olvide que estar vivos duele; que hay gente que necesita lastimarse para reconocer que, de hecho, es capaz de lastimarse, igual que todos los demás, que continuamente tienen razones de queja. Alguien tan extremadamente vacío que no tiene ni de qué quejarse: en eso pienso.
Mala onda, Brad.
(SAD PUPIL)
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