martes, 19 de febrero de 2008

Atonement


Es hermosa. Es sencillamente hermosa. Algo hay en ella que no hay, algo que falta, algo que te deja con las ganas de haber visto más, algo del tremendo aparataje que es una puesta en escena tan formidable que dan ganas de preguntar cuántos esfuerzos humanos se unieron para que Atonement fuera posible porque eso no pudo hacerlo no señor un solo grupo pequeño de personas. No, no la pondré en mi quiniela de los Oscar para mejor película. No. No puedo hacerlo porque algo faltó. Pero cedo desde ya, claudico ahora mismo, y declaro que el soundtrack de Dario Marianelli es simplemente una belleza. Y que no creo que no voten por ella los académicos convocados, pues, si de algo ha de servir una banda sonora, es para provocar que esté entera, que tenga alma, una escena de proporciones como el colosal plano secuencia de Dunkirk. Lectora, lector: si no fuiste ya a ver Atonement, te conmino a que vayas, y escuches luego en casa, con los ojos cerrados, el soundtrack de la cinta. Seamos claritos: No Tiene Madre.

(Y PUÉ QUE NO GANE)

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