martes, 19 de febrero de 2008

¡El atún noooooooooooooooooo...!

¿No es un primor? ¿No es sabrosísimo?
Hay un Dios del Atún, y nos vigila. Cada vez que usted come atún, está, lo sepa o no, agachando la cabeza y ofreciéndole el cuello, y Él, si usted es digno, lo protege y lo bendice, y no lo destruye con Su flamígero dedo.

El Dios del Atún inventó las latas. Y los abrelatas. Y los envió a sus fieles, y así se han reproducido (con abrelatas; no me pidan detalles).

El Dios del Atún se revuelve de coraje: los hombres, sucios e indignos parásitos de este planeta, hemos puesto en peligro de extinción a los atunes. Parece que el proceso no es una novedad: varias señales —suciamente humanas, nada de plagas escandalosas de proporciones míticas— lo anunciaron (una, y otra, y otra aun).

¿Es esto justo? ¿No merecemos Su furia, Su ira, Su cólera? ¿No merecemos Su castigo y no hemos renunciado, así, a Su misericordia?

Sí: no conteste usted que no. Sí nos merecemos una buena maldición del Dios del Atún.

Pues he aquí que hay un Dios del Atún, y nos vigila.

(EJEM: "HÁGASE EL ATÚN" NO SUENA DIVINO. SUPONGO QUE SÓLO DIJO "SEA" Y EMPEZARON A ALETEAR DULCEMENTE EN EL OCÉANO. Y ÉL SONRIÓ Y SE RELAMIÓ SUS DIVINAS BARBAS)

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