Sanborns fue una de las muchas empresas amparadas contras las disposiciones de la nueva ley para proteger a no fumadores en México. Y perdió la batalla legal. Como todo el país está en la crisis de cómo va a afectarnos la ley en cuestión, asumo que esta clase de cosas merecerán apelaciones posteriores innúmeras, y que estaremos discutiendo el asunto de aquí a dos años todavía porque es espinoso, impactante y definitivo: el humo del cigarro nos afecta a todos; las leyes para controlarlo, entonces, nos afectan a todos.
Sanborns me merece un aprecio especial: noctámbulo de provincias, ni en Morelia ni en Guadalajara he hallado otros lugares abiertos a las 4 de la mañana con luz suficiente para leer... como no fueran bares de donde luego me corrían si no estaba bebiendo (o el restaurancito El Bello, en Morelia, en avenida Siervo de la Nación, donde devoré Moby Dick y un par de libros de Faulkner y algunos de B. Traven y tres o cuatro obras importantes de Camus que me prestaba mi abuelita Maura, que estará en el cielo de los fumadores y los lectores, por cierto, cómo te extraño, Maura) (allí debe estar aún el café del Bello, y servían las mejores Maruchan con queso y jamón para taxistas toda la madrugada) (sí, yo he sido un bicho más raro de lo sospechado toda mi vida). Y fumé tanto en Sanborns, que, en una hipotética guerra, lo natural sería que el llamado del Alto General Carlos Slim me convocara a sus filas. Pero no fumo ya, sino puros baratos, y muy de vez en cuando, y nunca en Sanborns. Mañana cumplo un año y medio sin fumar, 18 meses seguidos sin coger un solo cigarrillo, y estoy de acuerdo con la ley mexicana de incipiente aplicación en todo mi país: los no fumadores tienen derechos y éstos deben ser amparados por un documento clarísimo, y todos tendríamos que cumplir con él. Lo siento, Alto General Carlos Slim: me he pasado del otro bando. ¿Escucharán las razones de nosotros, los desertores de la nicotina?
(ADEMÁS, EL UNIFORME DE PIÑATA DE LAS MESERAS ES HORRIBLE)
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