¿Observaciones sobre la calidad de Slumdog millionaire? Sobran. Es curioso cómo la mitad de la gente considera que es una patraña y de plano la odia y la otra mitad cree que es una maravilla. Los primeros son muy aburridos: hay que tener un pésimo sentido del humor para amargarse luego de asistir a una noche de dados cargados, gente bonita llorando y aplausos gratuitos a tipos de quienes sabemos nada pero hablamos de ellos como amigos íntimos. De tal modo que me ocuparé de los segundos, que son legión; y admito que esto último debería preocuparme, je, pero por lo pronto voy a disfrutar algo que no sirve más que para ser disfrutado. Boyero, crítico de El País, la adora.
"Sin rasgos de impostura ni de antropólogo cultivado, haciendo auténtica, desesperada, emocionante, tierna y cercana a una fauna de la que los occidentales sólo teníamos espeluznantes noticias a través de los concienciados documentales sobre la miseria extrema. Los personajes, el ambiente y los rituales de sufrimiento que padecen esos críos forzosamente buscavidas podrían ser exclusivamente una taxidermia del horror tercermundista, pero Boyle logra inyectarle vitalismo a la sordidez, combinar luces y sombras, dotar de autenticidad al costumbrismo, implicar al receptor de cualquier parte en esta historia de tinieblas y redención, de amores infantiles que perduran a pesar de los destrozos emocionales que causa el paso del tiempo en circunstancias permanentemente sombrías. Y sales contento del cine después de haber observado la tragedia de los desvalidos, con ganas de acompañar cantando y bailando a sus protagonistas en esos encantadores y postreros títulos de crédito en la estación de tren. Es una película osada y atípica, paradójicamente enaltecedora y bonita, ya que casi todo invita al espanto en la realidad que describe. Esta crónica del miserabilismo respira alegría".
Boyero señala un punto esencial, pero algo hermético, para entender el éxito de Slumdog millionaire: la mirada cruel del realizador, que ha elegido narrar una historia cruda desde el lado romántico sin olvidarse de que, o aprendía algo de sus personajes, o mejor no se metía a un sitio de donde no podría extraer más que perplejidad occidentaloide. Y entonces ocurre algo: uno siente alegría pero no siente vergüenza. Alegría porque hay esperanza incluso en la miseria. Y eso es muy difícil de apreciar. Y porque se identifica con aquellos susceptibles de sentir alegría incluso en la adversidad más increíble: se identifica con seres humanos retratados humanamente, cosa que, en teoría, uno desea que haga el cine (bueno, supongo que hay quien prefiere usar al cine para demostrar que sabe bien mucho de planos bonitos y que se le ocurren unas historias que uf, uf y recontrauf). Creo, lo digo ahora, que Danny Boyle merecía más que Slumdog el premio de esta noche de ocho Oscar: el director salvaje de Trainspotting y 28 days, el adolescente malacara de Shallow grave, el lirista asombrado de los poderes del Cosmos de Sunshine, el viejito terrorífico que cuenta ese cuento de hadas llamado Millions (¡sí, es el mismo!), tenía que filmar esta cinta: había que tenerlos bien puestos para abordar una cinta cursi y hacerla discreta, para aventurarse por el punto de vista de los hijos del videoclip y ofrecer, sin embargo, un cine de primer nivel.
Compromiso personal, que me recuerda El Mundo: yo no he visto La Playa. Dicen que es mala. Al menos no es esa otra que hizo con Cameron Diaz y el pobre Ewan McGregor. Agh, que me acuerdo.
¿Argumentos en contra? Hay bastantes (uno y dos, tres y, bueno, éstos).
Y es Boyero otra vez, ese señor de El País, quien se dirige a la enorme cantidad de amargados que ahora, luego de la noche de los Oscar, se atreven a lanzar su envenenado juicio, cuando antes tuvieron la boca llena de miedo para decir qué opinaban y correr el riesgo de equivocarse (eso de callarse opiniones, o de vociferarlas, para luego cambiar de actitud y descalificar a quienes no cambien igualmente, se llama esnobismo, y da una flojera tremenda). Y no es una defensa de Slumdog, que a final de cuentas nos lo mismo a todos; sino una defensa del espectáculo, como una evasión inocente si accedes a ella desde la candidez de tu sentido de la ironía o, como dije mejor antes, eso que le falta a la enorme mayoría entre los detractores de Slumdog: sentido del humor:
"Los Oscar vuelven a demostrar que el talento no está en crisis. Lanzan a la famélica cartelera una docena de películas que otorgan sentido a ese placer incomparable consistente en ir al cine".
Y uno no puede estar más que de acuerdo.
(YO NO SOY INDIO PERO TENGO UNA HERMANA EN INDIANA. ¿SIRVE?)
1 comentario:
...Esta fue la entrada más reciente que me encontré con relación a Slumdog. Yo me propuse notificarte en cuanto la viera. Ya sucedió. Tengo el corazón roto, pero estoy felíz.
Gracias por haber contribuído a la expectativa :)
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