Hay gente que nace así, como ella: es una artista en forma y en el mejor momento de su carrera. Y es simpatiquísima, carajo. Ya se le veía venir, se veía su enorme talento en Heavenly creatures, y no había más que confirmarlo con Sense and sensibility. Su Ofelia es ejemplar. Su Rose en Titanic dignifica una película por otro lado demasiado mal apreciada. Su Iris Murdoch es brutal, tan tremenda como su Clementine rabiosa y visceral de Eternal sunshine... Pero sus películas más recientes son auténticas obras de arte de la actuación, bofetadas en las vulgares lenguas de quienes opinan que en Hollywood se hace un cine irrelevante. ¡Si se callaran tan sólo un momento! Vayan a ver ya mismo Little children: vayan a ver a Kate Winslet convertida en una madre de familia desbarrancándose hacia la necesidad de amor. Véanla en The Reader, sí, una cinta afectada pero, por eso mismo, una mayor demostración de su talento. Y, sobre todo, véanla, ya, ahora mismo, en Revolutionary road: una auténtica cátedra de actuación y una poderosa aventura en el mundo del realismo psicológico. Vea usted a Kate Winslet y descubra a la mejor actriz de su generación en el cine comercial del mundo. ¿No se morirá de ganas, después, usted, de verla en el teatro, vívida y tibia, latiente e incontenible?
(LA BOTELLA DE CHAMPÚ!)
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