Yo siempre he creído que el amor es, de las frutas serias y solemnes, la mejor y favorita. Requiere paciencia y artesanal atención para madurar hasta el máximo punto de sus sabores, y luego premia al buen agricultor con esas cremosas joyas.
Vivan los aguacates, verdá dediós'n.
Pero esto, que me encontré en
una divertidísima comunidad de Facebook, quizá ya sea demasiada cursilería.
(AY, AMOR MÍO, ¡QUÉ TERRIBLEMENTE ABSURDO ES ESTAR MADURO!)
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