En el Defe hice corajes ochocientas veces porque mis (muy apreciados) compañeros Eleleu insistían en emplear el verbo concretizar cada cinco minutos; teníamos una discusión importante, que implicaba acciones como reducir hasta lo concreto nuestras ideas, así que el verbo, de verdad, se repetía y repetía y repetía. Hasta que me harté en algún alegre momento y grité: "¡Se dice concretar!". Debí añadir un "¡, so cerdos!", porque me miraron con perplejidad.
Exagero un poco la crónica. Pero algo así pasó. La otra era que (se) insistía(mos) en hablar de hacer interinatos, refiriéndonos a estudiantes de medicina a punto de titularse, y creo que alguno de mis cuates estuvo a punto de lanzarme la silla cuando le corregí: "¡Internados!".
El País me tranquiliza un poco. Yo, con celo particular por detectar mis variadas estupideces y mis ofensivas canalladas al lenguaje, no le perdono a los demás las propias. Pero al menos alguien hace artículos al respecto. Y no post inútiles, como los míos.
Yo tengo un odio particular por el empleo de la palabra afectación como impune y absoluto sinónimo de daño o perjuicio. "Las afectaciones por el disparo se apreciaron en su economía corporal". "Los cuerpos de rescate evalúan las afectaciones tras la tormenta".
Agh.
(¡CONCRETÍCENME ÉSTA, POLLOS!)
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