martes, 19 de agosto de 2008

Volví del Defe. ¿Qué fui a hacer allá? / III


En La carne y el color del Munal también vi estas dos locuras de la pintura sacra novohispana. Novohispana, remarco: la concepción plástica de un auditorio de ángeles avergonzados tras la flagelación de Cristo es idea de un tipo que vivía acá en lo que luego sería México. Honestamente, desde que vi este cuadro, mi desesperación de director de escena bulle en mi sangre.


La exposición tiene tantas cosas impresionantes que es imposible no impresionarse por este Atardecer en el mar, la ola roja, de Joaquín Clausell, un cuate de entresiglos muerto antes de la Segunda Guerra Mundial.


Además, debo confesar que conocí el amor. "Ella" aparece en este cuadro absorbente (conforme va atrayendo tu atención, es más difícil que te liberes), Flores de Jericó, del catalán venido a México Antonio Fabrés.


Y debo confesar que me vi cautivado por la perfección técnica de este cuadro de este Manuel Ocaranza. La expo está repleta de casos de cuerpos vivísimos, auténticos trabajos de hiperrealismo que se anticipan en siglos a esta corriente. Pero del mexicano Ocaranza puede esperarse cualquier caso, y este Pescador es un argumento central.

(WOOOAAAAAH!)

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