lunes, 18 de agosto de 2008

Volví del Defe. ¿Qué fui a hacer allá?

Participé en el programa Estancias de Formación, que organiza la Coordinación Nacional de Teatro, a través de su coordinación de Formación Continua, del Instituto Nacional de Bellas Artes. Por una curiosa combinación de factores, fue escogido entre las propuestas que llegaron del estado de Jalisco. Y fui, por supuesto, el teatrero de experiencia menor entre 17 invitados, de 16 estados: todos gente independiente que quiere trabajar con libertad y tiene un alto nivel de exigencia propia, gente muy ambiciosa que ha aprendido a calificar el teatro desde su propia experiencia porque resulta que su experiencia cubre un espectro amplísimo del quehacer teatral en este país donde el teatro merece tan pocos espacios.

¿Qué estamos haciendo? ¿Cómo lo hacemos? ¿Qué panorama presenta el teatro desde nuestras particulares, diferentes, radicalmente diferentes trincheras? ¿Qué amamos? ¿Qué odiamos? ¿Qué nos falta aprender? ¿Qué nos falta leer? ¿Podemos armar proyectos juntos? Preguntas como ésas fueron discutidas en talleres coordinados por gente brillantísima, como la maestra de formación vocal Luisa Huertas, que es adorable y de quien no puede no aprenderse, y Ricardo Ramírez Carnero, cuya grey integraré ahora gustosamente.

Pensé mucho. Sé que haré menos, pero pensé mucho. Vi mucho teatro, vi un par de impresionantes exposiciones en dos grandes museos, caminé por el Defe que estaba precioso estos días, sudé a mares en el metro, menté madres en Coyoacán, bebí cerveza y cené en el buffet del hotel Premier como cosaco (también desayuné frugalmente, todo hay que decirlo). Comí antojitos chilangos en el bosque de Chapultepec y no me he enfermado. Nadie me asaltó ni me sacó la cartera. Fui feliz, varios días.

El teatro se vive igual en todas partes aunque se vive diferente: produce tipos de persona decididos, arrojados, temerarios, obstinadísimos, entusiastas y ambiciosos. Quiero decir muchas cosas en este post y ya sé que no lo haré. Pero vale la pena decir que ahora integro una comunidad peculiar, frágil y fuerte que se llama Eleleu Proyecto Teatral. Soy uno de los 17 integrantes. Soy parte de eso. Ser parte de algo en el teatro me hace tremendamente feliz, todavía no sé por qué. ¿Será que, en cosas de teatro, el entusiasmo presente no es sino una anticipación equivalente al trabajo futuro? ¿Tendré más trabajo en teatro, y por eso estoy tan emocionado ahora mismo? No sé qué saldrá de mis nuevas relaciones con 16 sujetos que no conozco. Pero qué bueno que fui yo, yo el número 17 entre ellos.

Eleleu, eleleu, entonces. Y que el clamor de la desgraciada Ío tenga, desde hoy, un nuevo significado. Gracias por la oportunidad, a quienes haya que agradecerles. Gracias por la confianza a 16 tipos desconocidos: Gemma, Mónica, Dulce, Ricardo Alonso, Hiran, Jonathan, Víctor, Víctor, Víctor Hugo, Noé, José Luis, Alejandro, Rafa, Hugo e Hilario. A ver qué pasa de aquí en adelante.

Dicho queda.

Ya habré vuelto del Defe cuando menos lo esté pensando.

(ELELEU, ELELEU!)

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